ENTRE LA “RESERVA COGNITIVA” Y LA “TEORÍA DE LA MENTE”

Qué sucede con nuestro cerebro cuando leemos

El doctor Adolfo García, director científico del Laboratorio de Psicología Experimental y Neurociencias (dependiente del Instituto de Neurociencia Cognitiva y Traslacional), investigador del CONICET y profesor de la Universidad Nacional de Cuyo, se refirió a qué sucede en el cerebro cuando una persona lee, así como también a los beneficios que trae el propio hábito de la lectura.
“Uno de los hallazgos más contundentes tiene que ver con la detección de un área cerebral específica que se especializa en el reconocimiento de letras, básicamente. Esto es lo que hace un tiempo se llamaba ‘el área de la forma visual de las palabras’ y hoy algunos autores llaman ‘la caja de letras del cerebro’, una metáfora no muy acertada porque no hay tal caja que contenga letras sino una región cerebral que cumple un papel importante en los procesos biológicos que son la base de la lectura”, explicó el especialista, agregando que “esa región se llama temporo-occipital ventral izquierda, en el 95 por ciento de la población mundial esa zona que se especializa en el reconocimiento de letras está fuertemente lateralizada hacia el hemisferio izquierdo del cerebro”.

Lectura y desarrollo

Entre los beneficios generados por el hábito de la lectura, según García, “las letras generan patrones de actividad intensos en el área temporo-occipital izquierda, un área fundamental para el desarrollo de las capacidades lectoras”, además de que “el ejercicio sistemático y guiado de la lectura genera cambios en mecanismos que se asocian no solamente con la lectura sino con otras habilidades cognitivas” y que leer “fomenta la ‘teoría de la mente’, la capacidad de inferir lo que sienten o piensan las otras personas, sin que lo digan”.
Además, el hábito sostenido de leer “fomenta la ‘reserva cognitiva’, que es la la resistencia que tiene el cerebro ante el declive que supone envejecer”.
Sobre esto último, añadiño que “uno puede tener problemas de memoria, tardar más en encontrar la palabra correcta, síntomas propios de la vejez; se ha demostrado que la lectura, el hábito sostenido de leer, es uno de los elementos que parecen conferir más reserva cognitiva; por ejemplo, pacientes con Alzheimer que tienen entre sus hábitos la lectura, desarrollan los primeros síntomas años más tarde que los que no lo tienen”.

El abordaje en la salud

Por otro lado, el especialista en neurociencias explicó que “se ha descubierto que pacientes con enfermedad de Parkinson, que tienen problemas de movimiento, tienen dificultades específicas para comprender las acciones en los textos, el resto de información la entienden bien, de modo comparable a personas que no tienen esta enfermedad, pero cuando se les pide que comprendan las acciones de los personajes, los movimiento corporales, ellos fallan significativamente”, algo que “me parece interesante, porque se puede encontrar en ciertos déficit de lectura un indicio de que una persona puede tener Parkinson. Y también demuestra que la lectura es un proceso complejo, variado y que no se agota en sí mismo, básicamente la lectura le hecha mano a la totalidad de la experiencia corporal, situada, humana”.
Reconocer estos vínculos, sostuvo García, “no solo nos permite comprender mejor la lectura en sí misma, en su complejidad, en su ubicuidad en la mente y en el cerebro, sino también pensar en nuevas formas de intervenir ya sea para el diagnóstico o para la rehabilitación de distintas dificultades de la cognición en general”.

La “teoría de la mente”

Sobre esto último, García precisó que “es una capacidad que tenemos todas las personas desde muy temprana edad para poder inferir qué siente o qué piensa otra persona sin que nos lo diga”, sumando a ello que “se pueden ver, por ejemplo, aspectos de su rostro o claves corporales de otro tipo; incluso esto se mide con fotografías estáticas. La gente que tiene mejor teoría de la mente acierta más en inferir cómo se siente una persona solo mirando una imagen de sus ojos, por ejemplo, que la gente que tiene peor teoría de la mente”.
Y un hallazgo reciente, añadió el experto, “demostró que los lectores asiduos de narrativas, de novelas, de ficción, tienen mejor teoría de la mente que los que no leen ficción; una interpretación que se ha dado a esto es que la experiencia narrativa hace que uno se ponga constantemente en los zapatos del otro, en los zapatos del protagonista, y tenga que ir afinando sus capacidades para inferir implícitamente qué es lo que va sintiendo esa persona”.

Fuente: Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación

ÚLTIMAS NOTICIAS