Página de cuento 744

Sapoman vs Faceman – Parte 22

Por Carlos Alberto Nacher
Cnacher1@hotmail.com

Una vez más, Sapoman se quedó solo. Melisah se había ido, y era como si todos sus sueños inmediatos se desvanecieran en el aire, sin aviso previo, sin una advertencia. Melisah, así como había entrado en su vida, pletórica de promesas, de amor dinero y, por qué no, también salud, de la misma manera voluptuosa y sorpresiva, se había marchado. Los sueños de viajar a ese paraíso terrenal llamado Ouagadougou, con sus selvas tropicales, sus jardines de acacias llenos de acacias bolas, acacias de albata, acacias rosas, acacias blancas, acacias bayleyana rubra, acacias de Constantinopla, en fin, plantaciones enteras que daban una sombra casi de ensueño, junto a las vírgenes vestales negras que se encuentran por doquier en aquellos lejanos y extraños lares. Pero Melisah, en un instante, había puesto fin a sus sueños. Y también se había llevado a Rubber, el perro salchicha. “Una suerte al menos”, pensó Sapoman, que aborrecía profundamente a aquel ser.
Ya resignado, sabedor de su suerte dramática y patética, se puso la máscara, se convirtió una vez más en Faceman, con el rostro anquilosado ya, de su alter ego Marcelo Jacob Russo, encendió la cámara digital y la notebook, que siempre llevaba consigo junto al celular y el ipod, se sacó una selfie, sonriente, la instagrameó y de inmediato la subió a Facebook, con el comentario “Holis amigos, me voy de shopping jajajajaja”. No tardaron en aparecer los “Me gusta” y los comentarios del tipo “Guauuu”, “Qué potro”, “Qué bien se te ve”, “Te felicito, estás re-bien”, y todo ese cúmulo de idioteces que escribe la gente hipócritamente, en ese mundo feliz que es la madre de todas las redes sociales. Y cuando se cae en las redes, cualquiera sean éstas, se hace muy difícil salir airosos, porque enredan.
Sin embargo, Faceman de esta manera reducía así brevemente su angustia, y se le dibujaba una leve sonrisa, una leve esperanza se despertaba en su mente cada vez que veía al mundo, arriba a la derecha, con un número uno en rojo, que se incrementaba luego, y era dos, y era tres. Tantos amigos de la red que megusteaban su selfie, donde se lo veía sonriente, cándido, como alguien que está más allá de todo, un soltero codiciado, un ganador, un exitoso. Al fin y al cabo, un héroe digno de emular.
De pronto, llegó un mensaje desde el chat, lo abrió. Era el malvado Bobo Esponja.
“Hola Faceman, ¿O debo llamarte Sapoman? Jajajaja!” “¿Porqué me llamas así estúpido? Y debería preguntarte porqué insistes en burlarte de mi, ¡maldito imbécil! Tú, idiota, me has quitado a Anplagued, la has seducido con tus hábiles movimientos de ajedrecista y la has hipnotizado con tus díscolas promesas tan falsas como tu rostro de esponja usada y exprimida!” “Tranquilo, Sap, no te lo tomes tan personal. Mis movimientos responden a los intereses de mi agrupación, los Avomitables, tú sabes, no es nada contra ti, aunque debo reconocer que me agrada que estés enfurecido, jajajaja” “Eres arrogante Bobo, eres soberbio, y vas a pagar cada uno de tus desplantes. Encontraré tu guarida, y la maloliente cueva donde reptan los Avomitables, y destruiré todo.” “Espera amigo, no te pongas tan violento. Quizá deberías dedicarte a los deportes, las artes, los oficios en general, que son logros de la humanidad dignos de celebrar, porque son la contracara del horror. Cuanto más logros, más atrás iremos dejando esa primaria brutalidad de nuestra especie que en este caso, te afecta a ti, estimado renacuajo parlante.”
“¡Te destruiré maldito Esponja! Ya verás. ¡Estoy reloco! ¡Juajuajuajuaaaaaaaa!”
Continuará…

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