PROGRAMA DE FOTOIDENTIFICACIÓN DEL INSTITUTO DE CONSERVACIÓN DE BALLENAS

Tras 24 años, registraron nuevamente a una ballena identificada en 1994

Desde hace años, el Instituto de Conservación de Ballenas viene trabajando en el proyecto de crear un catálogo de identificación de ballenas francas de Península Valdés. La misma se logra a través de la fotografía aérea y el reconocimiento de los individuos por medio del dibujo de las callosidades en su cuerpo, que son como la huella digital de cada ballena, único e irrepetible.
Actualmente ese catálogo contiene registros de más de 3.350 individuos. Comparar el patrón de callosidades para encontrar nuevos registros de ballenas conocidas es un arduo y minucioso trabajo que da gran satisfacción cuando se encuentra una coincidencia. Como en el caso de la ballena 0402, que tras 25 años de su primer avistamiento se obtuvo un nuevo registro.

El valor de la investigación a largo plazo

Durante el procesamiento de fotografías obtenidas a través de los relevamientos aéreos anuales, se logró un nuevo registro de la ballena 0402. Su número de identificación anticipó a los investigadores que se trataba de uno de los primeros individuos en identificarse cuando se inició el catálogo de ballenas francas en 1970. Efectivamente, esta ballena fue vista por primera vez en 1975 y luego en 1989 junto a una cría.
La bióloga Florencia Vilches, quien realiza el procesamiento de fotografías obtenidas de los relevamientos aéreos junto a la profesora Vicky Rowntree, tras el hallazgo expresó: “Identifiqué a la ballena 0402 mientras analizaba 7.215 fotografías del relevamiento aéreo del año 2014. Encontrar una coincidencia entre las más de 3.350 identificadas en nuestro catálogo es siempre una enorme satisfacción. Cuando esto sucede con ansiedad me pregunto, ¿hace cuánto que la conoceremos?, ¿cuántas crías habrá tenido?, ¿mostrará preferencias por alguno de los golfos? Sumergirse en sus historias de vida solo es posible tras casi 50 años de investigación ininterrumpida”.

¿Por qué tanto tiempo?

Desde el Instituto de Conservación de Ballenas explican que las razones por las cuales, durante 25 años, no se han obtenido registros de la ballena 0402 son en principio inciertas. Pudo haber utilizado como área de cría las aguas del sur de Brasil en lugar de las de Chubut, tal como sucedió con Troff, una de las primeras ballenas identificadas. “También pudo suceder que haya llegado al área después o haberla abandonado antes de septiembre, cuando realizamos el relevamiento aéreo anual; o sus callosidades no estaban visibles cuando la sobrevolamos o inclusive estar con su vientre hacia arriba, saltando o debajo de la superficie del agua para evitar ser atacada por las gaviotas cocineras. Posiblemente se trate de una combinación de todas ellas”, advirtieron.
El caso de la ballena 0402 muestra la multiplicidad de variables que existen cuando se estudian poblaciones de animales marinos que migran vastas distancias entre sus áreas de cría y alimentación, y la complejidad de monitorear su estado de salud.
“Solo a través de estudios continuos de largo plazo como el que llevamos adelante conjuntamente con el Ocean Alliance desde 1970 podemos abordar tales complejidades. Pero la ballena 0402 ignora todo esto. Como también ignora cuanto me ha alegrado volver a verla”, finalizó Vilches.

Programa de fotoidentificación

La información generada por el Programa Ballena Franca Austral, en las costas de Chubut, es fundamental para evaluar el estado de conservación de esta especie y proponer acciones de manejo en base a información científica actualizada.
A la vez que la foto-identificación ha demostrado ser el mejor método para monitorear el estado, la salud y la distribución y la dinámica de las poblaciones de ballenas francas. Las comparaciones entre catálogos son clave para entender cómo las ballenas usan las costas sudamericanas, y así, generar estrategias de acción regionales para conservarlas a lo largo de todo su corredor biológico. (Fuente: ICB)

La historia de Troff

Una de las primeras ballenas francas identificadas por el doctor Roger Payne en su primer viaje a Península Valdés en 1970, fue una hembra de gran tamaño, que por entonces nadaba en el Golfo San José con su cría. Esta ballena fue bautizada Troff, que en inglés significa “valle” o “surco”, pues tiene en su lomo una hendidura que facilita su reconocimiento en el mar. Troff fue la madre de al menos tres ballenatos, Troll y dos crías más que nacieron en la década del ’70.
Durante 11 años se realizaron sucesivas observaciones de Troff y de otras ballenas y sus crías, que fueron importantes para comprender, por ejemplo, que las hembras paren en promedio una cría cada tres años. Sin embargo, después de 1981, Troff no volvió a ser avistada durante muchos años, por lo que se pensó que había muerto. En los años ’80, científicos brasileros iniciaron la foto-identificación de ballenas francas en el sur de Brasil. La comparación de los catálogos fotográficos de Península Valdés y de Brasil reveló no sólo que la legendaria ballena Troff estaba viva, sino que en 1988 había visitado las costas de Brasil con una nueva cría.
En el año 2004, es decir 23 años después de haber sido observada en Península Valdés por última vez, Troff regresó a las costas patagónicas, a la misma bahía del Golfo San José donde en la década del ’70 crió a sus hijos.

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