HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

Me parece que he visto un lindo gatito

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

A los especialistas en los presagios felinos no les alcanza con sus comportamientos, sino que también son capaces de leer presagios laborales en los mismos arañazos. O sea, que si usted, atento lector, está a punto de licenciar a su morrongo porque le acaba de arruinar el nuevo tapizado del juego de sillones, antes de emitir la patada definitiva, fíjese qué dirección llevan los estiletazos en la tela. Si están en diagonal, el trabajo acaba bien, si son horizontales, fija que habrá dificultades, pero si están en curva, se avecinan sucesos de gravedad; seguramente para el gatito en cuestión.
Pero, a decir verdad, medio como que muchas de estas lejanas creencias son menos creíbles que lejanas, porque ¿quién, en esta época de los remates por internet y la acupuntura láser va a andar tomando en serio la direcciones de los arañazos de la mascota de la casa, más allá de para decidir para qué lado va a volar el felino? Por eso, tal vez sería mejor abandonar esta veta tan poco científica y encararle a hechos un poco más comprobables a la hora de intentar convencer a la cajera del café, señorita tan modosa ella, que uno no es un loco de la guerra sino una persona de altos conocimientos y excelentes modales.
Y con eso en mente puedo contarle que si usted ve un gato de más de dos colores no dude que no es gato, sino gata. Existe una relación muy estrecha entre el color del pelaje del gato y su herencia genética. Parece que cada color es transmitido de una forma distinta, por ejemplo, el atigrado domina sobre el negro en la transmisión del color a posteriores generaciones, de esta forma existe una explicación por demás laboriosa y sesuda sobre los genes las X y las Y que no dejan dudas sobre la definición de que sólo las gatas tienen tres colores. Créame, es así, porque si me explayo acá sobre las razones van a ocurrir dos cosas, usted me va a abandonar definitivamente y a mí se me van a enredar los dedos tratando de enhebrar una explicación científica razonable, amén de alguna que otra demanda de cuanto congreso de genética se entere.
De esta forma y temiendo que la cajera a la cual intentamos convencer de nuestro don de gentes finalmente nos cobre no sólo el café sino también las sesiones próximas de su terapia psicoanalítica, cambie abruptamente de tema y hágale notar que las patas de los gatos siempre están más frías que el resto del cuerpo, y que esa es justamente la razón de por qué los gatos siameses nacen todos de un color uniforme, pero con el tiempo los extremos de sus patas comienzan a oscurecerse. Esto les pasa debido a esa diferencia de temperatura, que desactiva en las zonas más calientes un precursor de la melanina, el pigmento responsable del color oscuro, que sí aparece en los extremos dos o tres grados más fríos, que son las partes oscuras del gato. Impresionante, ¿no? Aunque si la niña le llega a decir que ahora entiende por qué se ponen azules las manos cuando se congelan, no intente contradecirla, que al fin de cuentas lo que busca con ella no es hacer una disertación académica en el Cenpat.
Y si aún mantenemos su atención es el momento justo para la puntada final, y las anécdotas históricas, y más cuando son bien difíciles de refutar, son ideales para estos menesteres. Casualmente tengo una historia de lo más felina para la ocasión.
Cuentan los que saben, que allá por el 500 AC, en tiempos de la Persia Antigua, había un rey de nombre Cambises, a la sazón hijo de Ciro el Grande, quien había logrado sitiar la ciudad egipcia de Pelusio. Pero pasaban los días y los días y no lograba doblegar las defensas de la actual Tisseh. Entonces, después de darle vuelta mil veces al tema y descartar otras tantas estrategias militares, tuvo la brillante idea de colocar en cada escudo de sus soldados un gato. Sí, un gato, y cómo preguntaría Susana, ¿vivo?, sí, vivo y maullando. Vaya uno a saber de dónde belines sacó tanto gato junto, pero la cosa es que ese Cambises logró armar un ejército de seiscientos tipos cada uno portando un gato en su escudo. Usted se preguntará, atinadamente, qué objetivo maléfico y poco ecológico movió a este militar persa; el tema es que Cambises conocía sobre la adoración que tenían los egipcios por este pequeño felino y al enfrentarse con tanto soldado detrás de un ejército de gatitos asustados, los soldados a las órdenes del faraón Psametico III suspendieron la lucha por temor de lastimar a los michifuses y Cambises, sin problemas y fumando un habano, tomó tranquilamente Pelusio.
Pero no me crea, lo de fumando un habano se lo agregué yo.

Nota del autor: Información recogida de la página http://www.elrincondelascuatropatas.com/, http://mascotas.consumer.es/

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