Página de cuento 747

Sapoman vs Faceman – Parte 25

Por Carlos Alberto Nacher
Cnacher1@hotmail.com

Lo que alguna vez parecía imposible, aquello que en alguna oportunidad incluso hasta causaba gracia de tan patéticamente absurdo, se había convertido en realidad. Félix Otamendi, su querido instructor de jiu-jitsu brasileño, resultaba ser el maléfico Monstruo Hablador, un patán sin escrúpulos y socio fundador de la hermandad de Los Avomitables.
Sapoman colgó el teléfono y enseguida se dirigió a la puerta, pero para su sorpresa, quien estaba allí no era Anplagued, sino Melisah. Melisah, que se mostraba en todo su esplendor frente a él, con su radiante pelo negro al viento, su escote ajustado que dejaba ver sus formas voluptuosas, con su mirada perdida, tibia, de sus ojos negros que relucían. Melisah era dolorosamente bella.
“Hola Sapoman” le dijo, y sin esperar respuesta, prosiguió. “Tengo una sensación hace días, que me oprime el pecho. Pienso en los sueños, los anhelos de la vida, las metas por cumplir… y creo que uno siempre se queda en eso, en que son sueños, anhelos, metas a las que nunca llegamos. Pero, ¿y cuando algo se cumple, cuando llegamos a un fin deseado, cuando por lo menos una parte de ese anhelo ya es real? Eso me pasa… tendría que estar explotando de felicidad, pero no sé, me siento sola en el medio del camino y es una sensación muy molesta y me enoja y me brotan lagrimas de los ojos. Sé que quienes me quieren de verdad están, con un Me Gusta, un comentario, un mensajito… Pero igual, me falta ese abrazo de mi gente que no está a mi lado, ese chocar de copas brindando. Me falta Ouagadougou, y me faltas tú, mi amado Sapoman.”
Sapoman se quedó patitieso. Así, de esa manera abrupta, se manifestaba el amor, en medio de una guerra a muerte con Los Avomitables, con el Monstruo Hablador, con Bobo Esponja.
“Oye Melisah, no llores, aún estamos a tiempo, pero hay muchas cosas que debo decirte antes, y otras tantas que tengo que hacer, para estar bien conmigo mismo antes de estar en paz contigo y que podamos partir a Ouagadougou y ser felices. Ya verás, llegaremos a tiempo… siempre.” “Tiempo, ¿qué palabra no? Río invisible, silencioso e infinito en el que flota lo que existe, nosotros incluidos. Cómo si en él cupieran todas las palabras y todas las cosas del mundo… ¿Y si olvidamos el tiempo, y decidimos que toda la vida es Ahora?”
“¿Y mis obligaciones para con la humanidad? Sabes Melisah, que tengo antes que destruir a Los Avomitables. Y tantas otras cosas, como cerrar mi perfil de Facebook, por ejemplo, para poder ser libre del todo. Y reiniciar una nueva vida contigo, libre de virus, de spams, de propagandas no solicitadas. Y, fundamentalmente, libre de mis sentimientos hacia otra mujer, porque debo serte sincero: tú sabes que te amo, pero también amo a otra mujer llamada Anplagued.” “Escucha, Sapoman, lo comprendo, no olvides que a mi me pasó lo mismo: aprendí a amarte a ti, pero también a Faceman.” “¡Pero ambos éramos la misma persona!”
“No. No lo eran.”
Continuará…

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