Hay que pasar agosto
Por Trivia Demir
La semana comienza con una situación provincial acuciante. Y no es solamente, el abrumador déficit que obliga al gobierno a incumplir con sus obligaciones, tal vez el mayor problema, aunque sí el más importante de Julio. El descalabro es por sobre todas las cosas, un problema netamente político. Y en política, decía Edward Kennedy que sucede como en las matemáticas: “todo lo que no es totalmente correcto, está mal”.
El gobernador Mariano Arcioni tuvo un muy buen asesoramiento electoral, probablemente de la mano de niveles gerenciales y asesores externos que le sugirieron varias cosas acertadas: judicializar la gestión ni bien asumido y separar ´la paja del trigo´, rodearse de segundas y terceras líneas en la función para achicar las disputas internas de poder, y adelantar las elecciones. Estos tres tips le permitieron hasta ahora algo impensado: lograr, bajo el sello del ChuSoTo que pergeñó el líder fallecido aunque desechando al propio dasnevismo, conformando además un variopinto Frente político, la reelección propia. Esto que parece una simple ecuación de uno más uno menos uno, igual: yo, trae sin embargo las complicaciones propias de la interpretación del mal cálculo.
Si la masividad la pusieron otros referentes, la guita, otros aportantes, y las ideas, otros pensadores, lo más probable es que eso que se festejó como un logro propio el pasado 9 de junio, se trataría de una construcción compartida. Eso dice el manual básico del poder, desde que el absolutismo se terminó con la última cabeza que rodó hace varios siglos.
De hecho y como para mostrar que los números no siempre alcanzan a expresar la realidad, hay que analizar que Arcioni alcanzó nuevamente el poder con el 38% de los votos, y si bien le sacó 7 puntos a su contrincante inmediato, en relación al universos de chubutenses amigos el dato es otro: Sobre 500 mil habitantes, sólo estuvieron habilitados a votar 439 mil, y fueron en realidad a votar 318 mil, o sea que hay 257 mil personas que no lo votaron, porque o no estuvieron habilitadas (por x causa, edad, etc) o directamente no fueron. Y de las 318 mil que si votaron, sólo lo eligieron 121 mil personas. O sea que unas 200 mil le votaron en contra, en línea con el partido que sea, y más allá del 10% que se procesó en blanco o impugnados. Para simplificar –guste o no al exitismo y al ego oficial- hay unas 120 mil almitas que simpatizan con Arcioni, pero hay 370 mil que no. Esto en términos de números no es bueno y tampoco en términos de lógica del poder. Más allá que la imperfección democrática diga que el que más suma gana, la realidad dicta otra cosa. Cómo decía un veterano militante “el poder es un partido de fútbol que dura cuatro años, y si no la entendés, la hinchada te vuelca con cantitos”.
El que se la cree, pierde
Con los sueldos de los empleados estatales impagos, el paro general más complejo de su mandato por siete días más, el grueso del movimiento gremial manifestando en Fontana 50, el sector empresario y los proveedores plantados a la cola del interminable déficit fiscal, y los vencimientos de deudas contraídas en puerta, está claro que el poder político no siempre coincide con la numerología proselitista. Además, los otros dos poderes no están precisamente alineados, ni el Legislativo por pujas políticas ni aspiraciones futuras, ni el Judicial, por el hartazgo de arrastre sobre la ineficiencia administrativa histórica que prácticamente los ata de manos operativamente hablando.
Este fin de semana, el principal contrincante de Arcioni, el intendente de Comodoro Rivadavia, Carlos Linares se refirió a la situación y más allá del tonito de confrontación que rige ante las elecciones que definirán el poder en la Capital del Petróleo, los dichos tuvieron la claridad suficiente para encuadrar el problema: “Hoy tenemos una provincia ausente y quebrada; no queremos quedarnos en la queja. Queremos que nos convoque el gobernador para poder ayudar a la provincia a salir adelante”, aseguró Linares.
Asimismo aclaró que hasta el momento no fue posible mantener un diálogo con el gobernador, Mariano Arcioni. “Tiene que convocar, no sé si a mí al partido o a quien sea ante este estado de situación gravísimo; el problema es muy grave”, advirtió. Linares aseguró además que el problema de la provincia no es sólo económico sino político. Y eso es precisamente lo que estarían viendo todos, menos el propio Arcioni.
Es que en esta línea resuenan casi todos los desencuentros que están minando la gobernabilidad del escribano. A tal punto que llegó a correr la versión de su ´amague´ con la renuncia a estos meses de caos frente a los díscolos diputados, como si se tratara de un partido que se pueda decidir suspender, agarrar la pelota y llevarse hasta el 10 de diciembre próximo. Para una buena mayoría de los referentes del establishment, falta cintura política, pero sobre todo vocación de diálogo. Ese ´mimo´ necesario y permanente que para alguien que no viene del ´barro´ punteril pueda resultar improductivo, pero que en definitiva en un sistema de representaciones es absolutamente vital.
La soledad del poder
Si todo esto que circula en los cafés políticos de las principales comunidades lo sabe el gobernador, no está claro. Sencillamente porque no dialoga con casi nadie, o un segmento tan pero tan ´privatizado´, que no alcanza para atemperar supuestos de perjurio por soberbia en la masa. “Resuelve solo y mal”, advirtió un observador de los vericuetos de mando territoriales.
Explicó además que tal como están las cosas, el de Arcioni se podría traducir como ´un triunfo a lo Pirro´. Y es que lejos de congregar a las diferentes fuerzas que le permitieron la diferencia electoral, el gobernador reelecto se aisló inmediatamente. “No hubo ni una reunión con mate o comida de triunfo para compartir con los principales referentes que le caminaron la calle. Tampoco con los aportantes privados y las empresas que le financiaron gran parte de la campaña y le trabajaron puertas adentro la imagen. Tampoco instauró una mesa de diálogo con los ´derrotados´ que es el ABC de la política y una muestra de civilidad de gestión. Y mucho menos supo abrir algún tipo de negociación ´posible´ con la Cámara de Diputados, aunque sea circunstancial, como si no necesitara nada de nadie. En paralelo no ´blanquea´ el proyecto que tiene para sus próximos cuatro años, no publica agenda, ni explica alianzas políticas nacionales propias o ajenas en las que quedó inmerso, y no posee un gabinete suficientemente capaz de cubrir todos estos baches de entendimiento que el mismo abrió”, estampó sin anestesia el hombre que, valija en mano, transitaba por un aeropuerto local cuando clavó el abrumador análisis.
Frío entendimiento, cero diálogo
Y pese a que todas las verdades en política, son medias verdades, algo de todo esto debe haber. Sólo así se podría explicar cómo puede ser que parte del sindicalismo que lo apoyó hasta hace treinta días, ahora se le dio vuelta y comenzó a blandirle el bombo en la puerta. Si eso no es un ´toque de timbre´, no se sabe que es. El porqué de fondo, será un tema de análisis para los ´expertos´ ganadores, pero que si hubiera diálogo directo esto se podría haber frenado, no hay ninguna duda.
Del mismo modo, la modalidad del ´no pago´ a una importante parcialidad de agentes públicos y la imprevisión de no comunicar oficialmente la situación de manera anticipada y con una toma de posición del propio mandatario, genera al día 15 del mes, la sensación que la administración de los dineros públicos se convirtió en un manejo personalísimo que no requiere argumentación pública alguna, poniendo en términos de transacción extrema los vínculos del Estado: como un mero prestador de servicios al empleado, y de moroso compulsivo al gobierno. Dejando de lado además el mínimo concepto de responsabilidad social, que sería pedir demasiado sentido argumental para los tiempos que corren, y para lo que deberíamos entrar en análisis confrontando el nacimiento y la exigibilidad de las obligaciones económicas del Estado y los presupuestos recurrentemente ´dibujados´ y reconducidos.
Dice Jürgen Habermas, el «maestro de la comunicación», que el mes pasado cumplió 90 años de sabiduría contemporánea, que en política, “Lo que se necesita más bien es un juego de argumentación, en el cual razones motivantes reemplacen argumentos definitivos”.
Un poco más cerca, ayer mismo el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, un negociador y dialoguista incansable, se refirió a la fragilidad política del Gobierno nacional, al rol del peronismo y la labor clave que tuvo el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, en la construcción de gobernabilidad. A Rogelio no se le cayó ningún anillo por reconocer que su gobierno es el «más débil de la historia»: «Es un dato de la realidad, tenemos minorías muy marcadas en ambas Cámaras, tenemos solo cinco gobernadores sobre 24 provincias, tenemos un cuarto de la cantidad de intendentes de todo el país». Sin embargo, él supo con esa debilidad erigirse como uno de los hombres más fuertes que hoy tiene en su estructura y posiblemente quien le garantizó que el gobierno nacional no fuera una entelequia y por lo menos pudiera negociar política con las Provincias. Cuál es la receta de Frigerio?, sencillo, su vocación dialoguista.
Hoy por hoy, la falta de diálogo es posiblemente la expresión más adecuada para sintetizar la crisis insuperable que atraviesa Chubut. Porque la palabra “diálogo” no se refiere al intercambio entre dos o más personas, sino que etimológica y primigeniamente significa “discurso racional” que liga y cohesiona cualquier carencia, y eso es lo que a todas luces nos estaría faltando desde hace rato. Entretanto, agosto con las PASO, será un mes definitorio en muchos aspectos. Habrá que ver…