Página de cuento 750

Sapoman vs Faceman – Parte 28

Por Carlos Alberto Nacher
Cnacher1@hotmail.com

La situación de Sapoman era insoportable. Se encontraba maniatado en el subsuelo del Palacio de las Tetas, la guarida secreta de los Avomitables. A su alrededor yacían inertes cientos de bolsas llenas de grasa abdominal, mientras el Monstruo Hablador le vociferaba recitados extraídos de pseudo-poetas que publicaban en Facebook sus poesías insulsas y nefastas, esperando y casi rogando que sus amigos virtuales le megusteen la estúpida poesía y recibiendo comentarios de gente aún más estúpidas que el mismo posteador.
Entonces el Monstruo Hablador comenzó a vociferar, a todo volumen: “¡Cuando la nostalgia reaviva los recuerdos, esa puerta sutil que se abre, dejando entrever un pasado agridulce, con alegrías, tristezas, sinsabores y mucha dosis de pasión, felicidad y locura!”
“¡Basta ya!” Gritó Sapoman, de su boca salía una baba burbujeante. La desesperación le dio la fuerza suficiente como para quebrar de un lengüetazo el caño cromado que lo aprisionaba.
Con la misma poderosa lengua de sapo rompió sus ataduras, y ya libre, cargado de odio y desencajado, destruyó los parlantes. Un último acople agudo se escuchó, y luego, sólo el silencio y el jadeo del hombre sapo. En la oscuridad de aquel sótano subió las escaleras deprisa, dejando harapos de su ropa a cada paso y en cada húmedo peldaño. Arriba, en los pisos más iluminados del Palacio de las Tetas, se escuchaban, como un coro de fantasmas, los ladridos de miles de perros salchicha en celo, y el regurgitar de la máquina derretidora de grasas abdominales localizadas. Y risas excéntricas. En medio de toda esta locura sonora, Sapoman subía y subía.
Allá estaban, esperándolo en un mar de violencia, el Monstruo Hablador, Bobo Esponja y el Operador Veloz, detrás de ellos y subido a un montacargas que vomitaba rayos de fuego azul por sus fosas naso-branquiales. Sapoman los enfrentó a los tres, en una lucha sin cuartel, o más bien con cuarteles indefinidos, donde todo era un cuartel, y de repente, como si nada, nada lo era.
Sapoman golpeó fieramente a los malhechores, pero no pudo evitar que un rayo de fuego azul lo alcanzar, justo en el momento en que utilizaba a Esponja y a Hablador como escudos humanos. Ambos fueron carbonizados, pero Sapoman igualmente recibió unas tremendas quemaduras en el rostro y en el pecho, heridas que lo acompañarían toda subida. “Qué paradoja” pensó mientras luchaba, “Estoy en medio de un centro de estética, y soy desfigurado por el fuego lanzado por el mismo director del mencionado centro”.
El Operador Veloz lo seguía persiguiendo subido a aquel diabólico montacargas, y una manada de perros salchichas se le vinieron encima, perros infectados con rabia. Lo mordieron, lo quemaron. Esto era mucho más que un simple acoso.
Continuará…

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