UNA COLUMNA DE MIÉRCOLES

Skip, mi buen amigo

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

Y de pronto fue la luz. Abrió los ojos y lo inundó el brillo artificial de los leds dejándolo ciego momentáneamente. Tardó unos instantes en darse cuenta dónde estaba, quién era y cuál era el propósito de su vida. Lo embargó una profunda tristeza ante ese descubrimiento. Pero lo superó estoicamente.
Con los dedos tanteó la botonera y digitó la secuencia que habilitaba el protocolo de apertura de la cámara. Se sentó trabajosamente y miró a su alrededor. Todo parecía en su lugar. Después de seis meses de hibernación, el cerebro tarda unos minutos en acomodar las ideas y lograr generar cualquier secuencia de pensamiento coherente. Decidió esperar un poco más antes de incorporarse, no sería la primera vez que por un apuro innecesario terminara de boca en el piso con un diente partido.
Se lavó y se vistió y finalmente se sentó en la consola de control. Miró la pantalla. La volvió a mirar. Se dio vuelta incrédulo y leyó la fecha en el control de vuelo a su derecha, arriba. Alguien había cometido un error.
Miró por tercera vez la pantalla, si sus capacidades visuales y mentales no habían sido alteradas por alguna intromisión alienígena durante su sueño, ahí decía nítidamente que faltaban tres meses, cuatro días, veintitrés horas y cincuenta y dos minutos para llegar a destino. El despertador de la cápsula de hipersueño lo había despertado un rato antes, un largo rato antes.
Maldijo a todos los técnicos de la agencia espacial argentina, especialmente al sector de relojería y cronómetros y pateó el pie de la consola, que hizo un bip de advertencia. Encima, a esa distancia, eran imposibles las comunicaciones con la central en Pehuajó, iba a tener que esperar a llegar a destino, entregar la carga, recibir la nueva, volver a dormirse seis meses, siempre y cuando el relojito ese no fallara de nuevo, y recién ahí dentro de más de nueve meses, podría cantarle las cuarenta al responsable del fallo. En la astronáutica había que ser paciente para las puteadas, sin duda.
No ganaba nada si seguía acumulando bronca, ese trasto ni iba a acelerar más ni el tiempo iba a pasar más rápido. Así que empezó a acomodar las cosas para pasar esos tres meses de la mejor forma posible. Afortunadamente, alguien en la etapa de diseño, en la planta de Paso del Sapo, había pensado que alguna vez podía fallar el temporizador y habían previsto ciertos elementos básicos para la supervivencia de una persona todo un año dentro de ese pequeño cubículo espacial. Tenía alimento suficiente, aunque horrible, el agua necesaria, que vaya uno a saber cómo se conseguía, y era mejor no investigar, y algunos elementos para distraer la mente, para evitar volverse loco en solitario.
Uno de esos elementos era un holograma con una inteligencia artificial para simular algún tipo de compañía. Tenía tres opciones, una mujer, basada, inauditamente, en una política del siglo XX, llamada Lilita; un hombre, basado en cierto cantante de la misma época, de nombre Cacho, y un alienígena, inspirado en una raza encontrada en un planeta de la Nebulosa Aldente en la Galaxia de Andrómeda. Optó por este último.
Skip, como se presentó la primera vez que encendió el sistema, terminó siendo un verdadero dolor de tripas. Al parecer, los habitantes de ese planeta lejano eran bastante afines a las malas palabras, las bromas pesadas y los chistes malos. Conjunto que lograba una personalidad sumamente irritantle. A las pocas horas desconectó el holograma y probó con las otras dos opciones.
La tal Lilita era definitivamente más insoportable que el alienígena, ni media hora aguantó su presencia. Debía ser seguramente para evitar cualquier fantasía sexual de los ocasionales pilotos que utilizaran el sistema de entretenimiento. Pasó algo parecido con la opción masculina, ese Cacho era infumable, con su postura canyengue, apoyando el codo en la escotilla y tirando lunfardo en cada frase.
A las pocas semanas, volvió Skip.
Primero intentó abrir la escotilla para asustarlo. Lo logró. La segunda vez que intentó abrir la escotilla no fue tan divertido, mucho menos la tercera.
Probó en matar el tiempo con algunos juegos de Play Station 43 que traía instalado el sistema, pero Skip era tan mal perdedor como mal ganador. Cuando ganaba era insufrible con cantitos y bailecitos ridículos, y cuando perdía buscaba mil y una excusas para anular el juego, rehacer las últimas movidas o directamente revolear el control de la play por la esclusa de residuos.
Ante estos eventos, desconectaba el sistema holográfico con un bufido, pero el aburrimiento lo superaba y a los pocos días volvía a conectarlo, para tener que soportar en los primeros minutos todos los reclamos del extraterrestre por haberlo apagado en mitad de una frase.
Además, se quejaba de la comodidad de los asientos, y era un holograma. Se quejaba de la poca memoria ram de su sistema, se quejaba de la poca variedad en la comida, y el no necesitaba alimentarse, se quejaba de lo lenta que iba la nave, se quejaba que estaban sucios los vidrios de la ventana, hasta se quejaba de todo el tiempo que faltaba para llegar a destino.
Pero, finalmente, todo tiene un final como decía esa canción de la prehistoria, y un día llegaron al puerto de Moskva. Después de entregar la carga, recibir la nueva y antes de iniciar los trámites de aduana y salida, consiguió a un técnico para que revisara el equipo de cronología del sistema de animación suspendida.
El técnico estuvo un buen rato debajo de la nave, cada tanto extendía una mano y le pedía que le alcanzara una herramienta de la caja que había llevado hasta el hangar. Al cabo de casi una hora, salió sacudiéndose el polvo y le dijo que no tenía el repuesto para arreglar el sistema, que si quería podía mandarlo a pedir, pero que le calculaba unos tres o cuatro meses. No le respondió, pero su cara lo dijo todo.
Entonces el técnico, acomodando las herramientas en la caja, y luego de haberle cobrado una suma considerable, hasta para los estándares del puerto de Moskva, le dijo que tampoco era tan grave, el resto de la nave estaba en perfecto funcionamiento, sólo tendría que hacer el viaje de vuelta.
Lo saludo con un apretón de la tercera mano y le dijo: “Al menos esta nave viene con un sistema holográfico que me dijeron que es una maravilla”.

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