UNA COLUMNA DE MIÉRCOLES

Hablando de Chernobyl

Soy de los que miran series, no lo voy a negar ahora, pero algunas se me escapan, y una de las que están fuera de mi radar por estos días, y lamentablemente porque todo el mundo tiene algo para decir sobre la misma, es Chernobyl.
Pero, a falta de series buena es internet, ¿no?
Por ejemplo, ¿en la serie cuenta que el lamentablemente célebre accidente fue a la 1:23:58 horas del 26 de abril de 1986 y consistió en una serie de explosiones seguidas de una fusión del núcleo del reactor? Me imagino que sí.
¿Y explica cómo funciona un reactor nuclear, cuáles sus peligros y qué pasó exactamente? En una de esas sí, pero no me espoilee nada y siga, que puede ser interesante.
Tomemos una central nuclear tipo, en una cámara tenemos un montón de uranio enriquecido sufriendo una reacción nuclear, que, dicho simplemente, consiste en que los átomos de este uranio están emitiendo neutrones, por lo tanto liberan bastante energía, en forma de calor y radiación. Hasta ahí lo difícil, después no es más que una simple máquina de principios de 1900, ya que se usa ese calor para generar vapor, el que mueve una turbina que genera electricidad. Pero, nada es gratis en la viña del señor, cada neutrón emitido sirve para fisionar (así le dicen a “partir” los científicos, porque suena más chébere) otro átomo de uranio, logrando una reacción en cadena, que es el mismo mecanismo de una bomba atómica. Convengamos en que esta buena gente sólo quiere electricidad, no explotar en quichicientos pedazos, por eso se “intoxica” la reacción, metiéndole moderadores, que absorben algunos neutrones y hacen que la reacción no vaya tan rápido, además de ponerle variados refrigerantes. En Chernobyl se usaba el grafito (sí, el mismo de los lápices) como moderador y agua como refrigerante.
Demás está decir que el proceso no parece muy inofensivo, pero uno confía en las múltiples medidas de seguridad. Sólo si se obvian varias de estas medidas, simultáneamente, se empieza a estar en peligro. Adivinen qué pasó en Chernobyl.
La noche anterior al accidente se había decidido hacer un experimento en el reactor 4, iban a probar, a medida que se iba deteniendo la turbina principal, si la inercia de la misma podía activar los sistemas de emergencia. Antes de empezar el experimento, se redujo la potencia del reactor a un tercio, sin embargo, debido a un fallo de coordinación, la potencia siguió bajando y llegó a estar sólo en 30 MW, casi un décimo de lo normal. Pareciera que si va más lento debería ser cada vez más seguro, pero a tan baja potencia, se produce un exceso de Xenon-135, que es un producto de reacción que envenena la fisión; igual se decidió no cancelar el experimento. Y como ya iban medio atrasados, en vez de aumentar paulatinamente la potencia hasta los 1000 MW requeridos, los muy chambones (para ser políticamente correctos en nuestra adjetivación) retiraron la totalidad de las barras de grafito y además, para evitar que el sistema las volviera a poner, desconectaron todos los sistemas automáticos de cierre. Premio Nobel a la oportunidad.
Y por fin lograron iniciar el experimento. Y fracasó.
La potencia de las bombas cayó rápidamente, dejó de llegar agua y la poca que quedaba comenzó a hervir. Además, en el tipo de reactor que usaban en Chernobyl, el agua del refrigerante no sólo servía para disminuir la temperatura, sino también para detener los neutrones de la reacción; pero el agua líquida, no el vapor de agua. La reacción comenzó a crecer descontroladamente, alcanzando los 30 GW, diez veces superior al establecido por las normas de seguridad. Y en ese momento sí que se asustaron.
Alguien con dos dedos de frente apretó un botón de parada total. Pero ya era demasiado tarde. Este botón activaba la entrada de todas las barras de grafito, pero el sistema estaba diseñado para hacerlo en 20 segundos, cuando estas reacciones se terminan de descontrolar en sólo dos segundos; sin contar que estas barras tenían una característica, que al entrar en el combustible, provocan primero un aumento transitorio de la potencia. Ese pico de potencia hizo reventar todas las tuberías, provocando una inmensa explosión que liberó toda el agua refrigerante, provocando un incremento aún mayor de la potencia. Además, reventó el techo del reactor, que sólo estaba parcialmente blindado. El aire y el oxígeno que entraron hicieron arder todas las barras de grafito, produciendo una segunda explosión que lanzó a la atmósfera más de 8 toneladas de material radiactivo (entre 200 y 500 veces mayor radiactividad que las bombas de Hiroshima y Nagasaki).
Treinta incendios, otros tantos bomberos muertos por la radiación, helicópteros tirando carburo de boro, arena y arcilla, nada tuvo efecto, finalmente le construyeron encima un gigantesco sarcófago, hecho con 410.000 metros cúbicos de hormigón y 7.000 toneladas de acero, hoy lleno de grietas, pero como es muy caro arreglarlo, nadie se hace cargo.
Hoy ya suman 200.000 víctimas, 4.000 casos de cáncer de tiroides y 100.000 años de radiactividad activa por delante.

Nota del autor: Esta nota está extraída del artículo firmado por Remo, para su sitio web http://curiosoperoinutil.com

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