Ayer se celebraron las elecciones en Mendoza, una de las cinco provincias en las que gobierna Cambiemos y que lo seguirá haciendo por cuatro años más. Lo que sucedió fue que el candidato del oficialismo e intendente de la capital provincial, Rodolfo Suárez, se impuso ante la candidata del Frente de Todos y senadora nacional, Anable Fernández Sagasti.
Varios escalones atrás quedaron otros dos candidatos más: el diputado nacional José Luis Ramón, que forma parte de Consenso Federal, la fuerza política que lidera Roberto Lavagna; y Noelia Barbeito, del Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT), la única representante de la izquierda en la elección cuyana.
El peronismo K esperaba con ansiedad los resultados de la elección, ya que anhelan un batacazo de Fernández Sagasti y recuperar una de las provincias más grandes del país, que durante los últimos cuatro años fue gobernada por el radicalismo de la mano de Alfredo Cornejo. Es más, durante la campaña Alberto Fernández visitó en reiteradas oportunidades la provincia, mientras que Cristina Fernández también estuvo pendiente de cómo iba avanzando en las encuestas su compañera de bloque en la Cámara Alta del Congreso Nacional.
En el caso de Suárez, el oficialismo local apeló a provincializar la elección -el camino inverso al que tomó el peronismo- y les pidió a los mendocinos votar sin pensar en las elecciones generales de octubre. Una forma de evitar que los votantes vinculen la imagen del candidato local con la del presidente Mauricio Macri.
De hecho, luego de votar Suárez reconoció que separar la elección provincial de la nacional beneficiaba sus chances y aseguró que trabajarán para que Juntos por el Cambio “siga gobernando el país después de diciembre”. Luego, reconoció: “Esta es una elección provincial. Hubo una elección nacional que fue adversa al Gobierno Nacional y no queríamos que eso influya en Mendoza”.