HACE MÁS DE UN AÑO QUE SE PREDICA LA NECESIDAD DE UNA CONFLUENCIA POLÍTICA, TANTO EN NACIÓN COMO EN PROVINCIA, PERO SIGUE SIN SUCEDER. LO QUE ARRASTRA LA DIALÉCTICA DEL CAOS Y LOS PELIGROS QUE CONLLEVA A LA SOCIEDAD. LA TEORÍA DE QUE SIEMPRE PUEDE HABER ALGO PEOR DE LO YA CONOCIDO

¿Concertados o desconcertados?

En los últimos días la palabra ´concertación´ que implica más que nada acuerdo y contención, se puso de moda tanto en el gobierno nacional como en el provincial. Sin embargo del dicho al hecho hay un abismo, y en la práctica, más allá del discurso convocante, poco se ha visto la aplicación seria de una política de confluencias y en todo caso de transición. Tanto en territorio nacional como provincial.
Paradójicamente ya en octubre pasado la situación política hacía prever la necesidad de un gran acuerdo de concertación para afrontar lo que se venía. Sin embargo en ninguna de las dos estructuras (Nación y Provincia) sucedió una sumatoria de esfuerzos y mucho menos una apertura de juego político sincera. En una esclarecedora nota de opinión, el académico Juan Carlos Vega* plantea los elementos intrínsecos y la necesidad imperiosa para que suceda una medida de este tipo, ante los riesgos que conlleva la exasperación social extrema. Bajo el título “Sin concertación social, Argentina también podría tener su Bolsonaro”, el autor arrastra un mundo de posibilidades a considerar.

Los ciclos

“La dialéctica orden-caos es la que marca la tendencia del voto popular. Esta tesis ha sido desarrollada por Norbert Lechner, de Clacso. Es claro que los conceptos de orden y caos son dinámicos en la historia y responden en gran medida a los humores sociales. Raúl Alfonsín representó el orden frente al caos sangriento del terrorismo de Estado. Carlos Menem representó el orden en la década del 90. Y los Kirchner representaron el orden luego del default de deuda soberana del 2001.
Las sociedades buscan siempre el orden y escapan siempre del caos. No hay ejemplos de un voto popular revolucionario. Las calles son revulsivas, no las urnas. Con más razón en el siglo XXI, cuando el sujeto histórico revolucionario del marxismo prácticamente ha desaparecido.
En ese contexto debe analizarse del fenómeno Bolsonaro. Y lo primero es ver que aparece como una respuesta irracional de una sociedad cansada y humillada por una clase política altamente corrupta. Análogo a lo que pasó con Donald Trump, Marine Le Pen y Matteo Salvini”.

Neofascismo versus falso progresismo latinoamericano

“Este es el gran debate de hoy. La aparición de un neofascismo como reacción frente al falso progresismo. Tanto el PT de Lula da Silva como el kirchnerismo en la Argentina expresaron un falso progresismo autoritario y distributivo. Ese falso progresismo asoció a los derechos humanos como un instrumento de acumulación de poder político. Y esa sociedad con los derechos humanos le permitió al kirchnerismo silenciar y ocultar prácticas corruptas y comportamientos autoritarios.
Y debe saberse que la corrupción es una violación autónoma de los derechos humanos de la Convención Americana (artículos 24, 25 y 26). Tal como lo dice la Comisión Interamericana en su informe 1/18. No hay ningún progresismo real y auténtico sin un compromiso efectivo de luchar contra la corrupción”.

Las opciones políticas de Argentina

“Incompetencia y soberbia parecen ser los rasgos más visibles del macrismo (en el 2018). Sin embargo, su nivel de rechazo no es más alto en razón del miedo al regreso del caos kirchnerista. Ese miedo al caos es el que sostiene su gobernabilidad.
El kirchnerismo, por su parte, practica una oposición radical. Es decir, a todo y por todo. Para el kirchnerismo, el incendio social y la sangre son riesgos colaterales que se deben asumir. Lo importante es evitar que Cristina vaya a la cárcel. El peronismo racional y la centroizquierda existen políticamente, pero con miedo. No alcanzan a expresar terceras posiciones por falta de definiciones políticas y por falta de proyectos y programas. Demasiado cálculo y pocos principios e ideas”.

Nunca más a la corrupción

“Esta debe ser la consigna de un nuevo modelo de país y de un nuevo concepto de orden social. Porque la corrupción es sin duda el huevo de la serpiente de la decadencia argentina. El modelo económico basado en sobrecostos y sobornos no les ha dado a la Argentina ni a Brasil crecimiento económico sustentable, ni desarrollo humano. El modelo cultural de ´roba pero hace´ no ha hecho bajar la pobreza, al contrario, aumentó las desigualdades sociales. Debe quedar claro que la lucha contra la corrupción no es una cuestión de religión o de poesía, sino de estricta economía.
Lo que pide el argentino hoy es que se devuelva la plata robada por la corrupción, cuyo monto estimativo equivale al préstamo del FMI. Esa plata robada, al menos en un 50%, está en poder de las empresas que participaron en la red de corrupción. Si bien ellas no tienen responsabilidad penal, tienen responsabilidad civil reparatoria. En sus balances públicos está el monto de lo robado. En esta línea, se debería investigar también la responsabilidad civil de los Estados extranjeros donde están radicadas esas empresas que participaron del saqueo. Los Tratados de Promoción y Protección de las Inversiones Extranjeras que fijan la jurisdicción de los tribunales del CIADI solo sirvieron para condenar al país en beneficio de los inversionistas. Esta es una oportunidad para investigar la responsabilidad de los Estado que protegen y protegieron a empresas extranjeras partícipes en la red de corrupción. La Procuración del Tesoro y el Ministerio Publico son los órganos constitucionales que deberían ya haber avanzado en esta línea de responsabilidades”.

La necesidad de una concertación social

“Esto pasó en la Francia de la V República. Frente a la debacle de la IV República y después de la guerra sucia de Argelia, los franceses maduraron como sociedad y decidieron un cambio profundo en su modelo político y en su modelo económico. Así nació la concertación social como una mesa de trabajo y acuerdos entre partidos políticos, sindicatos y empresarios.
Esa concertación social marcó a la Francia moderna. Fueron aproximadamente 15 políticas sectoriales que se comprometieron a cumplir todos los actores sociales. Y un plan intermedio con vigencia en los primeros tres años. Así nacieron las políticas estratégicas de Francia en economía, obras públicas, energía, educación, Justicia, ambiente. Allí nació el mercado común europeo.
Esto es lo que necesita imperiosamente la Argentina. El Gobierno nacional debería ser el convocante a una concertación social que no es simplemente una foto, sino que es un compromiso sobre políticas públicas a desarrollar en 15 o 20 años. El debate sobre el déficit cero comprometido con el FMI debe ser analizado en ese contexto de concertación. Del mismo modo que el objetivo de pobreza cero y del mismo modo que la desconfianza social en la Justicia, la cíclica inflación argentina y el nunca más a la corrupción.
Estas son los debates centrales en la Argentina de hoy. Y las respuestas a estos debates solo se logran desde una concertación social. Basta de creer en la mentira de que el problema argentino es meramente económico y que lo puede solucionar un solo gobierno de un solo partido político.
Si no hay concertación social, estarán dadas las condiciones para que aparezca un Bolsonaro argentino. Y con ello el neofascismo hará pie en la Argentina del siglo XXI”, concluye Vega.
Todo este planteo visto en retrospectiva resulta tremendamente esclarecedor considerando que ha pasado un año y la crisis política, social y económica, lejos de anestesiarse se profundizó. Y deja pensando en que si las sociedades se aíslan sólo en el lamento de las circunstancias inmediatas y la resignación de lo escasamente posible, siempre puede haber algo peor. La dicotomía de la grieta nacional y hasta provincial, los evidentes recelos, zancadillas y el profundo deseo que al otro, le vaya mal, es extremadamente peligrosa para la salud de nuestra imperfecta democracia y está a la vista que no hace más que paralizar la gobernanza, un impasse tremendamente peligroso para cualquier sociedad. Ya lo decía Albert Camus, “Toda forma de desprecio, si interviene en política, prepara o instaura al fascismo”

*Ex presidente de la Comisión de Legislación Penal de la HCDN.

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