ANALIZAN EL PERFIL DE LOS JÓVENES EN CONFLICTO CON LA LEY PENAL

Este año la mayoría de los homicidios fueron cometidos por menores de 22 años

Una significativa mayoría de los delitos, tanto de carácter leve como grave, cometidos en Puerto Madryn, tuvo como autores a jóvenes de corta edad, en algunos casos menores de 14 o 15 años, y en otros, como en al menos tres de cinco homicidios cometidos durante 2019, a personas entre los 19 y los 22 años.
Se trata de un indicador que da cuenta de otras problemáticas más profundas y que tienen que ver con un contexto signado por las carencias afectivas y la transgresión; si bien la conducta adolescente tiene como fundamento el transgredir las normas impuestas, en algunos casos, puede aplicarse a hechos penales.
El psicólogo y criminólogo Daniel Schulman, integrante de la Procuración General de Chubut, analizó los diferentes escenarios que pueden dar lugar a que un adolescente cometa delitos graves, y aclaró que en muchos casos, según las estadísticas, los adultos en conflicto con la Ley ya habían cometido hechos durante su adolescencia.
Atender la “transgresión” a la ley penal es una cuestión necesaria de atender cuando la persona es joven, consignó, anticipando el riesgo de que, con el tiempo, dicha conducta se profundice y culmine en situaciones de extrema gravedad.
“Habría que hacer un ejercicio como sociedad y ver qué es lo que se le ofrece al sujeto; hay muchos casos de quienes han cometido delitos durante su adolescencia y después, de adulto, han aprendido un oficio, se han acomodado, han estudiado, y hoy tienen una vida sin ningún conflicto con la ley penal, o sin conflictos de ningún tipo”, planteó en relación a la ejecución penal y la reinserción.

El “dolor” de adolecer

En este sentido, Schulman analizó las circunstancias y los motivos en los que una persona joven puede cometer delitos graves o, en algunos casos, aberrantes, y explicó que “la adolescencia ya tiene particularidades psíquicas, vinculares e identificatorias, precisamente porque es un momento en que se caen todas las identificaciones originales que tienen que ver con los padres, y el adolescente o la adolescente comienzan a buscar otros patrones o figuras identificatorias; por eso, algunos se identifican con la música, con los ídolos deportivos o bien todo lo que les interese, los movilice y les haga sentir afinidad”.

Espíritu adolescente

De este modo, el proceso genera “que se quieran parecer a tal persona” y, en el caso de la criminalidad, precisó que “siempre ha existido en el ámbito adolescente o en población de esa franja etaria; de por sí, el adolescente es transgresor, tiene particularidades como el no querer acatar la normativa impuesta, no respetar la autoridad como padres, docentes, etcétera, y en algunos casos son indicadores de la propia etapa adolescente, mientras que en otros de problemas, cuando hay transgresiones a la ley penal”.
La etapa “implica cierta desvalorización de las figuras de autoridad”, continuó, a la vez que se preguntó qué sucede “cuando la identificación nueva del adolescente tiene que ver con modelos transgresores, delictivos y antisociales”, remarcando que “ahí, la característica transgresora (del joven) puede ser más grave aún”.

Hogares “rotos” y transgresión

Asimismo, sostuvo que dicho estado “puede llevarlo o bien empujarlo a cometer delitos; en algunos casos menores, y ya terminada la etapa adolescente o impuesta alguna medida, se acomoda a la normativa, mientras que en otros casos la conducta transgresora puede intensificarse todavía más, y cristalizarse en el tiempo”.
En primer lugar, “el modelo de explicación de la delincuencia es multifactorial (es decir, responde a una multiplicidad de factores), teniendo en cuenta la constitución subjetiva, y luego puede haber cuestiones identificatorias, que tengan que ver con haber sido parte de hogares donde existe la transgresión a la ley, sumado a cuestiones de carencias afectivas y, principalmente, en el ámbito adolescente, la constitución subjetiva implica transgresión; en algunos casos, a la ley penal pero usualmente, en términos generales”.

Cada caso, un universo aparte

Consultado sobre si los autores suelen ser conscientes de la gravedad de sus actos, el psicólogo forense respondió que “en algunos casos sí, en otros están alojados de alguna manera sin ningún miramiento a la conducta delictiva”, sumando a ello que “pueden no llegar a vislumbrar, a veces, qué consecuencias puede tener; pero habría que ver cada uno de los casos y la constitución de la esfera mental de los sujetos, cómo está formada; es decir, todo lo relativo a la consciencia y demás cuestiones”.
También, subrayó que no existe una respuesta global ya que cada uno de los autores de determinados delitos constituyen un caso individual, y con respecto al discernimiento sobre lo que está bien y lo que está mal, manifestó que “depende de cada caso particular si tienen en cuenta esa cuestión o no”.

Los primeros delitos

En referencia a la respuesta de los jóvenes delincuentes hacia la institucionalidad, por ejemplo, en contexto de encierro, las sanciones penales o la judicialización, Schulman expresó que “en algunos se observa que la conducta se acomoda a la normativa y después pueden tener una vida sin ningún inconveniente y sin transgresión a la Ley, mientras que en otros, prácticamente (la aplicación de las leyes penales) casi no genera ningún efecto”.
A ello, añadió que “la estadística latinoamericana indica que, generalmente, la gran mayoría, o bien un porcentaje significativo de los sujetos que cometen delitos siendo adultos, han cometido delitos desde adolescentes; lo que habría que determinar individualmente es qué porción de esa población ha sido sometida a algún tratamiento, ha sido institucionalizada, si ha tenido algún efecto la sanción penal o si ha sido captada por el sistema penal, y qué otros casos no”.

Institucionalización y reincidencia

Por otra parte, aclaró que “hay particularidades, y depende también, si son institucionalizados, de cuáles son las características de la institucionalización; a veces, cuando son egresados (de un contexto de cárcel, por ejemplo), vuelven de alguna manera al mismo ámbito delictivo y continúan delinquiendo, aunque también en otros casos se acomodan de otra manera y ajustan su conducta, sin volver a cometer delitos”.
En Latinoamérica “se ha encontrado ese porcentaje significativo (de adultos que ya habían delinquido en sus años de adolescencia), pero lo que hay que ver es qué porción ha sido institucionalizada oportunamente y cuál no”.

Qué ofrece la sociedad

La reinserción luego de una condena o de un hecho delictivo también es un universo aparte: “Hay que tener en cuenta qué oportunidades de reinserción encuentra la persona en la sociedad al momento de egresar de la institución donde estuvo detenida, y qué le ofrece la sociedad. Si el único lugar que le ofrece es el del sujeto delincuente, probablemente vuelva a delinquir. Pero si se le ofrece otro tipo de lugar, de mayor contención y que tenga que ver con la satisfacción de ciertas cuestiones personales, probablemente no cometa este tipo de hechos, o no se sienta un peligro para la sociedad”, explicó.

Modificar la conducta

En este sentido, planteó que “habría que hacer un ejercicio como sociedad y ver qué es lo que se le ofrece al sujeto; hay muchos casos de quienes han cometido delitos durante su adolescencia y después, de adulto, han aprendido un oficio, se han acomodado, han estudiado, y hoy tienen una vida sin ningún conflicto con la ley penal, o sin conflictos de ningún tipo”, añadiendo que “se puede modificar la conducta, por supuesto; pero debe haber programas y dispositivos específicos, en el ámbito de la ejecución penal, que tiendan a eso; en muchos casos hay muy buena voluntad, también hay muy buenos programas, y en otros no; dependerá de los recursos que se tenga en cada provincia, ya que algunas tienen más recursos que otras y un nivel de conflictividad más bajo”.

Atender la cuestión “cuanto antes”

Por otra parte, el criminólogo expuso que “siempre depende de los contextos y también, por ejemplo, al consumo de drogas; hay sujetos que empiezan a consumir aquellas que generan un gran daño a la psiquis de manera muy prematura, donde obviamente ese daño será más duradero y profundo que en otros”, a la vez que también “hay una merma de cuestiones subjetivas y mentales por ese consumo abusivo y problemática sobre las cuales también hay que trabajar”.
Finalmente, concluyó que “la criminalidad, generalmente, es multideterminada, multifactorial ya que hay muchísimos factores de riesgo que intervienen, y en el caso de la criminalidad en el ámbito adolescente también; pero, en el adolescente, y esto hay que remarcarlo, es el momento oportuno para intervenir, porque todavía no están generados o consolidados los hábitos de criminalidad; por lo tanto, es más fácil poder erradicarlos y no dejar que crezca la conducta transgresora”, agregando que “obviamente, hay que tener los dispositivos adecuados y el lugar que le ofrezca la sociedad después de la sanción penal, que debe ser el adecuado”.

Más de la mitad de los presos en Chubut tienen entre 18 y 34 años

Según el Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena (SNEEP) del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, el último informe relevado para el año 2017 arrojó que, en Chubut, más de la mitad de las personas procesadas y condenadas tiene entre 18 y 34 años; concretamente, del total de 451 reclusos, 14 se ubican en la franja de “18 a 20 años” (3%), 104 entre los “21 a 24 años” (23%) y 174 –la mayor porción– entre los “25 y los 34 años” (39%), totalizando unas 292 personas.
En cuanto a la situación laboral al momento del ingreso, es decir, del encierro, de los 451, unos 236 estaban desocupados (53%) y unos 145 con trabajos de tiempo parcial (33%), mientras que el restante 14 por ciento engloba a trabajadores “de tiempo completo”.
Asimismo, recientemente la investigadora Terrie Moffitt, de la Universidad de Duke, Estados Unidos, advirtió en la publicación Nature Human Behaviour que “el 90 por ciento de los adolescentes varones comete actos ilegales”, es decir, transgrede las normas en las que socialmente se encuentran inmersos; según el informe, la edad inicial en la que cometen actos delictivos comienza entre los 8 y los 14 años, alcanza su cúspide entre los 15 y los 19 y se acaba progresivamente entre los 20 y los 29.

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