POR QUÉ LA RUPTURA DEL ORDEN INSTITUCIONAL ES CLAVE EN ALGUNAS HECHOS DE VANDALISMO

La educación pública de Madryn, entre ventanas rotas y autos abandonados

Por Lazarillo de Tormes

El pasado fin de semana, cuatro jóvenes de quince años provocaron destrozos en la Escuela 46 de Nivel Inicial, generando daños en al menos 15 ventanas.
Los individuos fueron demorados, identificados y luego regresados a sus respectivas familias, por tratarse de menores de edad, en lo que se constituyó como un hecho más de vandalismo en una institución educativa pública de Puerto Madryn.
El paralelismo no podría ser menos certero, si recordamos aquél experimento realizado hace cincuenta años por el psicólogo Phillip Zimbardo, de la Universidad de Stanford, una de las más prestigiosas casas de altos estudios ubicada en California, Estados Unidos.

El primer experimento

En 1969, el investigador puso en práctica un experimento que, hoy día, es comúnmente utilizado en el estudio de la criminología y las acciones para su disminución en los distintos centros urbanos.
Concretamente, Zimbardo abandonó un vehículo con las puertas abiertas y las patentes arrancadas, en horario nocturno, en uno de los barrios más complicados de Nueva York, el Bronx, previendo qué es lo que podría suceder.
Pasados unos pocos minutos, desconocidos comenzaron a robar elementos del interior del vehículo y, luego, comenzaron a destrozarlo.

Ventanas rotas

Al día siguiente, el psicólogo abandonó otro auto en similares condiciones en Palo Alto, California, uno de los barrios más ricos, y el mismo permaneció de la misma manera durante al menos una semana.
No contento con ello, provocó algunas abolladuras en la carrocería del vehículo utilizando un martillo, y al cabo de unas pocas horas, el auto estaba tan destrozado como el que había sido abandonado en el Bronx.
De aquella práctica surgiría la denominada “Teoría de las Ventanas Rotas”, abordada años después por los investigadores James Wilson y George Kelling en un libro, quienes plantearon, a modo de ejemplo, que si en un edificio aparece una ventana rota y no se arregla con premura, poco tiempo después el resto de las ventanas también terminarán de la misma manera.

Quebrar el orden

Lo que los especialistas quisieron decir con su teoría que, una vez que comienzan a desobedecerse, o bien no cumplirse, las normas que hacen al funcionamiento y el orden de una sociedad, ese “orden” comienza a deteriorarse a una velocidad no menor, ya que las conductas consideradas “incivilizadas” se contagian socialmente.
Los “graffitis” en las paredes también están atravesados por la misma premisa, ya que si un muro es “garabateado” o bien se realiza un acto de vandalismo en él y no se limpia a tiempo, horas después es altamente probable que se sumen más pintadas a dicha pared.

Proporcionales

De este modo, el paralelismo con la situación de las escuelas en Puerto Madryn, así como también en otros sectores de la provincia de Chubut, no podría ser menos exacto: mientras que muchos edificios crujen por diversas problemáticas ligadas a la infraestructura y la falta de obras, previendo que las autoridades encargadas de garantizar la institucionalidad y el “orden” en ese segmento no lo hacen –los motivos pueden ser diversos y hasta merecerían otra publicación–, la estima y el respeto por dichas instituciones termina siendo directamente proporcional al estado en el que se encuentran.
Probablemente, además de haber estado motivados por la “travesura” de romper elementos de una escuela, los menores tengan una visión compartida sobre la educación pública y, precisamente, sobre los edificios públicos, y hasta sería altamente posible que en dicho establecimiento –la Escuela 46– ya hubiera alguna ventana rota o algún tipo de avería edilicia a la vista.

Averiados

Por ende, la actitud adoptada por los “vándalos” fue consecuente al escenario que tenían en frente: edificios “rotos” y una educación “rota”, y habrían decidido continuar de manera lineal con dicha premisa, terminando de averiar aquella construcción que, siendo solamente una, también simboliza todo el resto de los establecimientos que permiten a los jóvenes educarse de manera gratuita.
Se trata de un experimento del cual surgió una teoría frecuentemente utilizada para mantener el orden en los centros urbanos, bajo la consigna de que, si el Estado “baja la guardia”, comienzan los problemas; y que, hoy en día en los establecimientos de Puerto Madryn, parecería estar más vigente que nunca.

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