LA CRISIS CAUSÓ UN NUEVO GOBIERNO Y AHORA HAY QUE HACERSE CAMINO AL ANDAR. EL ORDENAMIENTO DE LAS PRIORIDADES EN EL ARRANQUE DE 2020 Y LOS TEMAS QUE SON CUESTIÓN DE ESTADO: LA FALTA DE DÓLARES, LA ECONOMÍA POPULAR, LA PARITARIA NACIONAL, ABRIR EL CLÓSET DE LA CLASE MEDIA Y CONTENER LAS VEINTICUATRO PROVINCIAS HACIENDO HONOR AL FEDERALISMO DECLAMADO

El amor después del amor

Por Martín Rodríguez*

Recuerdo una nota de la revista Gente de enero de 2002 sobre Fernando De la Rúa. En su quinta, ya eyectado del poder, la nota se hacía cargo de una curiosidad morbosa: ¿cómo es la vida después del poder? El país estallado. El radicalismo desalojado del gobierno. De la Rúa directo al basurero de la Historia. ¿Y el hombre? El tipo estaba ahí, con sus dos o tres llamados diarios, con la custodia oficial tomando mate en la garita, con la siesta en la reposera bajo un árbol donde canta un pajarito y el pajarito no sabe que canta para él. Solo, fané y descangallado, la vida después del poder. Pero como un vaso de agua y un homenaje en el Lalín no se le niegan a nadie, De la Rúa se mantuvo al hombro de varios correligionarios, amantes del desconsuelo. Fue el expresidente sin un derecho: el de intentar volver. Ningún otro expresidente se resignó. Alfonsín, Menem, Duhalde, con sus mil candidaturas. Néstor, con sus testimoniales perdidas por «puntitos». Cristina, con su candidatura ciudadana. Todos fueron al frente y miraron de frente el viento en contra: cuando la Historia parece cambiar de signo, ese momento en que sólo dependés de tu voluntad.

Adiós muchachos

Ya leímos sobre Macri y su «nueva oficina a tres cuadras de la quinta de Olivos». Persisten a su alrededor los protocolos de un poder residual, con los asistentes fieles, el joven De Andréis, solícito, las llamadas al estudio de abogados que monitorea las causas, las reuniones de la nada. Como el gabinete en las sombras de Menem que, incluso, ¡hacía reuniones de gabinete! «Porque la soledad del poder no existe, existe la soledad después del poder», me dijo un día del otoño de 2011 Alberto Kohan en su oficina vacía de Retiro. Y era palpable porque vivía en su propio museo: el ladrillo «Dynatac» del primer Movicom decoraba su vitrina casi pelada.
Mauricio Macri lucha contra todos esos fantasmas. Y todo indica que se queda para hacerle la vida imposible, incluso, a los que querían hacer del Pro una empresa recuperada. Macri es el dueño de la marca, y actuará como tal. «El 40% es mío.» La parte de la sociedad macrista llevó a cabo su promesa de que Alberto Fernández no tuviera, como señaló Rafael Bielsa, «luna de miel con la sociedad». Un país en recesión, con vencimientos de deuda impagables, con seis de cada diez chicos pobres y con un arco opositor ordenado en torno a una fuerza política que representa, justamente, a quienes producen dólares. (…)

Soja y Estado, asunto no separado

¿Hay orden sin «retenciones», esa palabra maldita? La falla tectónica de la Argentina, la madre de todas las grietas, para muchos se resume en una frase fatal: no tenemos moneda. Argentina vive sumergida en ese «principal» desacuerdo monetario que podría redondearse sobre la pregunta: «¿a cuánto queremos que esté el dólar?».
Las indagaciones sociológicas sobre la relación «dólar y sociedad», que fueron todo un capítulo «cultural» durante el último gobierno de CFK, con funcionarios o periodistas confesando la pesificación de sus ahorros, chocó contra un límite pudoroso de la propia sociedad: los «verdes» son nuestro verdadero clóset, eso que hacemos en el home banking cuando nadie nos ve. Nos gusta narrar las crisis en la representación de «los humildes». Pero ahí está también lo que somos: un plan de ahorro en dólares. Las ganas de vivir con la nuestra. ¿Cuál es el orden que promete Alberto? ¿Sólo un gobierno se asienta sobre su progresismo? ¿Sobre qué se organiza su plan económico? Y a la vez: nunca se vota un plan económico, se vota una zona de promesas. Pero ninguna zona de promesas se cumple en nuestro país sin dólares. Y ahí estamos, tocando un poco de cada bocina (la de su «progresismo» y la de su «orden»). (…)
Un país es una moneda, dice cada mañana Longobardi. Menem lo hizo: la arquitectura del 1 a 1, un autoengaño consentido para patear la pelota hacia adelante y gobernar la economía a costa de resignar la soberanía monetaria. La Argentina no tiene un perfil productivo, o tiene varios que conviven y que juegan este juego de manta corta del dólar. El tipo de cambio que, en palabras de Claudio Scaletta, es el reflejo de la puja distributiva. Los trabajadores y la clase media quieren un dólar barato para consumir y mantener los salarios altos, los exportadores quieren un peso devaluado para tener mayor rentabilidad, y así. El dólar de contención social es un dólar diferente al de exportación, y por eso termina estallando siempre. Pues bien. Desde 2002 lo sabemos: no hay orden sin retenciones.

La dificultad del arranque

El gobierno de Alberto Fernández arrancó sin su «período de gracia», y consciente de eso ejecutó un paquete de «emergencia» para agarrar el toro de la crisis por las astas, antes que solazarse en alguna oportunidad (si la hubiera) para posponer decisiones fuertes. Sin demagogia, sin gradualismo, sin tiempo para «bombas de humo», sin auto-narración presidencial dio una orden de… Argentinos a las cosas, pero las cosas son esta crisis. Levantar del suelo una vez más a un país agotado. Se sabe: la plata se emite, se pide prestada o se cobra, no hay secretos, no hay una excavadora que nos lleve a los dólares que faltan. Todos quieren dólares, pero los dólares no nos quieren a nosotros. Lo mismo hizo el gobernador Axel Kicillof en la provincia con su paquete impositivo. Se tratará de ajuste porque no es expansión, y sin embargo, no es cualquier ajuste: es sobre los que menos mal la están pasando. No todos los fuegos son el fuego. Alberto trocó el «todos» por «los últimos». Pasó la navidad en San Cayetano para completar el círculo.

La sociedad….que la hay, la hay

Me metí en un focusgroup y escuché un largo debate sobre la cuestión del trabajo. ¿Qué es el trabajo, quiénes trabajan, qué trabajos se consiguen hoy, si los «planes» son trabajo?, ¿o cuáles son las contraprestaciones que debe hacer quien percibe un beneficio? Circula la palabra entre tres mujeres y tres hombres que se corresponden al universo de la clase media y media baja. Los que vieron inestable su empleo durante los últimos años. Como dice el escritor Mariano Schuster, «escuchar lo más profundo, no sólo lo que la sociedad dice con su palabra»; y esto es el tema del trabajo llevado hasta un límite: el valor del cuidado de los hijos. La maternidad, ¿es un trabajo? Se percibe el roce de un ala del debate feminista sobre el trabajo doméstico aunque sin retórica de género. Podemos decir, parafraseando a Florencia Angilletta, que buena parte de la sociedad es lo que hace, con lo que el feminismo hizo de ella.
¿A qué estamos llamando «trabajo»? ¿Cuánto se muerde la cola la propia sociedad cuando dice «trabajo»? La UTEP, que se lanzó como organización de la economía popular, a la que muchos medios reciben como «CGT piquetera», y que es la herramienta gremial de aquellos que «inventan su trabajo». Sin embargo son descriptos cruelmente como quienes quieren «vivir sin trabajar». Por momentos, en este país la paradoja es ley. Y es ahí, además, en ese núcleo «de abajo» donde la política está elaborando una de sus mayores novedades reflexivas. (…)

La trampa abierta

Sobre el final, una mujer pronunció la forma de la felicidad perdida. Dice y repite: «hay que volver a la rueda del consumismo». En algún sentido, esa mujer nombra consumismo y no consumo porque sabe que nombra una «trampa». Ya sabemos que termina mal. La rueda del consumismo que nombra esta dama se figuró en los años macristas como otra fiesta del monstruo: la del consumo capitalista que el macrismo quiso acabar para que llegue un «capitalismo en serio». Contra el consumo, la pedagogía del consumo: te hicieron creer que podías tener un celular. Pero esa vieja rueda que rememora esa mujer giraba, y la vida se organizaba sobre cosas deseadas, nos dice. Hoy parecemos un parque de diversiones abandonado. Pasa un rollo de paja. Toca la armónica, de fondo, un delegado sindical. La crisis causó un nuevo gobierno. Y esto que con la vuelta del peronismo retorna vuelve a meter el conflicto «en el Estado»: la falta de dólares, la economía popular, la paritaria nacional, abrir el clóset de la clase media, el alerta interior.
¿Cuál es un buen augurio para 2020? Que sea un año más. Un año de la maldición china: simplemente interesante. Pero eso ya es un montón, porque Argentina -decían muchos- podía estallar y no estalló. Y ahora que todo estalla alrededor, quizás la «excepcionalidad argentina» sea saber caminar sobre este sendero finito, de mil plantones y mil negociaciones. Como la mejor canción de Los Beatles, cantémosle a la querida Prudencia.

*Lapoliticaonline, Le Monde Diplomatique, Miradas al Sur

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