Página de cuento 776

Kachavara For Ever – Parte 19

Por Carlos Alberto Nacher
Cnacher1@hotmail.com

Situado en la ochava de la esquina de la Avenida Jajoju, una de las más populosas, ampulosas y momitulosas de nuestra ciudad, se encontraba otro personaje muy popular sobre todo en las inmediaciones de Jajoju, muy conocido por todos los lugareños por presentar una protuberancia ósea en el mentón y otra en medio de la frente, que le daba una apariencia extraña, diabólica para algunas creencias en cuanto a íconos teológicos maléficos. Su nombre era Arthur Amani Abdelnour, de profesión malabarista, y estaba muy cansado. Su sueño era abandonar esta ciudad que le resultaba alienante, con sus calles mal iluminadas, sus río de lava a los costados, su lluvia roja, su insoportable temperatura promedio cercana a la ebullición del agua, sus gobernantes desidiosos, la falta de empleo, la sobra de desempleo, los insoportables turistas portorriqueños, las derruidas serendrelas en flor, los montoyas, los pochos, los toros salvajes de las pampas, los sin cara, los descarados, los caretas, el calor, la locura, las plantas carnívoras, los profesionales inocuos, los paseos inconclusos, los viajes truncos. Quería irse al carajo.
Así que escribió una pancarta, le sacó varias fotocopias y las pegó en cada poste, en cada árbol, ya sea Calocedrus, Ampelopsis, Limon Genova, Limon sutil, Kinoto, Crataegus o cualquier objeto que tuviera savia en vez de sangre. Y el texto, de un gran nivel intelectual, decía así:
“Buenas tardes. Quien suscribe, Arthur Amani Abdelnour, está embalando sus pertenencias, preparando el helicóptero. Se acerca mi partida, mi escape de esta vieja y querida comarca. Ansioso, adrenalinizado, con la perspectiva que siempre me genera un nuevo desafío. Confío como siempre en que los cambios son para mejor, sabiendo que Dios está de mi lado. Muchos critican mis acciones, otros tantos filman videos y no entienden los por qué, y yo sigo mi camino, sin cuestionar al resto… Algunos periodistas de espectáculos reirán. Muchas gracias, yo sigo en mi propia calesita ¡Arrivederci!!! Si no se entendió, lo diré en bosnio-herzegovino: Pertaruh Nyawa. Batana grui, Arthur Amani Abdelnour, Bahaya Landing, Helicopter Di Atas kapal. Di tengah Lautan. Sebelum melekehkan operasi SAR oleh pihak berkuasa, lihatlah video ini dulu. Váyanse todos a lpmqlrmrpr. Pulau kenawa dari gambar malaka. Quando para mucho mi amore de felice corazon. Mundo paparazzi mi amore chicka ferdy para sol. Cuesto obrigado tanta mucho que can eat it carousel. ¡Okosanoko!!!”
Arthur era un fracasado, y él atribuíalo a su entorno y su contexto. Se decía “Nadie es prefecto en su costa, nadie es cocinero en su comedor, nadie es profesor en su escuela, nadie es patalana en su casa.”
Sin embargo, le costaba despegarse de su esquina y de la avenida Jajoju, que circunvalaba a todo el parque Fafofu y luego, trazando una espiral invertida, abriéndose de manera exponencial como la caparazón de un nautilus, se unía con el empalme Tatotu para desembocar en el casi impenetrable distrito del Obispo Papopu. Allí, en aquel zaguán contiguo al salón de fiestas “Dulce Alelí” fue donde besé por primera vez a mi primera novia, la morochísima Samantha Kipkalya, con sus curvas, sus contracurvas, sus rotondas y giros a la izquierda. Allá, en la cuadra del salón de eventos “La Bomba Loca”, fue donde besé por segunda vez a mi segunda novia, la coloradísima Maina Pama, con sus atajos oscuros, sus señales de prohibido acampar, sus motonetas turgentes. Y allá, frente al salón de casamientos “El Novio Oprobio” fue donde besé por tercera vez a mi cuarta novia, la verdísima Ramadra Gargaroglu, con sus grandes atributos emocionales, sus sonrisas egipcias, sus rubbers.
Mas ahora, en este presente aciago, la estupidez me está haciendo metástasis en todo el organismo.
Continuará…

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