Por qué se percibe un incremento de la delincuencia en Madryn

Por Lazarillo de Tormes

Desde hace varias semanas, los hechos delictivos en Puerto Madryn se han incrementado a una escala que no llega a ser crítica, pero que evidentemente da cuenta de un escenario preocupante para la comunidad.
El homicidio de una mujer de 86 años en ocasión de robo fue el trágico corolario de otra serie de episodios y situaciones que se suscitaron, las cuales oscilaron entre robos a mano armada, ataques con armas blancas e incluso grescas en la vía pública.
La realidad, tan compleja de interpretar como efímera a ojos de cada individuo, continúa exhibiendo una intensificación de la labor policial, acaso atravesada por un común denominador, que es la reiteración de conductas delictivas por parte de sujetos que, de ser “conocidos” en dicho ámbito, pasan a convertirse en “famosos”, o mejor dicho, infames.

Casos testigo

La criminalidad en la ciudad del Golfo, hay que reconocer, es bien distinta al de localidades como Trelew y Comodoro Rivadavia, donde la tasa demográfica es mayor y donde otros factores influyen, al momento de desencadenarse episodios policiales.
Por ejemplo, en el caso de la ciudad del Valle, hay una mayor actividad comercial, lo que genera una mayor cantidad de dinero circulante y, por ende, un mayor caudal de posibles víctimas de robo por parte de los delincuentes; sumado a ello, algunos barrios cuya omisión de nombre evita herir susceptibilidades, muchas veces ofician como refugio de quienes cometen delitos.
En el caso de la ciudad petrolera, los altos salarios percibidos por jóvenes que optan por relegar su formación académica y volcarse a actividades industriales, no es necesariamente algo negativo, pero termina por generar circuitos en los que el importante caudal de dinero circulante atrae otro tipo de delincuencia y delitos.

Tres casos resonantes

Para Puerto Madryn, los homicidios en ocasión de robo son muy poco frecuentes, contabilizándose tan sólo tres en los últimos años: María Rosa de Estevan (2006), apuñalada por dos sujetos que terminaron condenados a prisión perpetua, y el de Sabina Rojas (2010), cuya mecánica de muerte fue similar a la de Beryl Williams.
No obstante, la violencia con la que han ocurrido algunos sucesos termina por construir la plataforma sobre la cual, una escalada en el nivel de agresividad podría terminar costándole la vida a una persona; por ejemplo, el joven que recibió un disparo en la cara días atrás, en un hecho confuso y más ligado a un ajuste de cuentas que a un robo. O bien otro joven que recibió varias heridas punzocortantes en una de sus piernas, cuando fue abordado por dos sujetos que intentaron asaltarlo.

¿Quién tiene la culpa?

Hechos de este tipo suelen ocurrir, y últimamente con mayor frecuencia; ello no implica, necesariamente, una falencia en las políticas públicas o en el rol de las fuerzas de seguridad, sino que en buena medida responde a factores sociales, familiares e incluso, a problemáticas como el consumo de sustancias y alcohol.
El informe “Delitos violentos en ciudades de América Latina” (“Violent crimen in Latin American Cities) se constituye como un buen exponente de este tipo de flagelos; elaborado por Carlos J. Vilalta, José G. Castillo y Juan A. Torres para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en 2016, señala que “para observar con mayor detalle la violencia en la región, es importante examinar diversos delitos además de los homicidios, como los delitos contra la propiedad y otros delitos violentos”, agregando que “en casi todas las ciudades, la mayoría de los delitos contra la propiedad presentan tendencias con altibajos similar es a lo largo del tiempo” y que “esto podría sugerir que varios delitos contra la propiedad son distintos de los delitos con violencia”.

Desigualdades

Siguiendo con el análisis de la violencia como eje transversal de la criminalidad, el documento plantea una “perspectiva económica” del delito en términos de “costo-beneficio”; allí, “la conducta delictiva es causada en parte por una ponderación de los beneficios del delito contra la probabilidad de ser descubierto y castigado”.
En la misma línea, expone que “se considera que los altos niveles de homicidio y robos se relacionan con la desigualdad económica, las bajas tasas de matrícula escolar y bajos niveles de escolaridad”, sumando a ello que “es el nivel de desigualdad económica y no la condición económica, lo que puede explicar correlaciones previas”.

Empleo y calidad

En cuanto al empleo, un aspecto interesante que remarcan los autores tomando el ejemplo de una de las ciudades, muestra que “el desempleo en sí no es la causa principal de la delincuencia, sino la calidad y el tipo del empleo; en este sentido, la mayoría de las personas roban para complementar sus bajos ingresos o tal vez para satisfacer un problema de adicción”.
En relación a la perspectiva “socioestructural”, la delincuencia y la violencia “son resultado de los cambios en las estructuras de la sociedad, la cultura y las instituciones”, refiere el informe, añadiendo que “algunos factores individual es aumentan la conducta delictiva o violenta, entre ellos, el abuso en el uso de drogas, la victimización y las disfunciones neurológicas”.

Desorganización social

No obstante, el aspecto más interesante tiene que ver con la “teoría de la desorganización social”, citada por los autores y elaborada entre 1920 y 1940, donde la misma fue definida como “la incapacidad de las comunidades de lograr y resolver sus metas comunes”.
Dicha desorganización se transmite “por medio de la cultura, así como el idioma, los roles y las expectativas sociales, antisociales y delictivas se aprenden en el seno de la sociedad”.
Es decir que, en ciudades que no puedan ordenar una perspectiva homogénea para plantear un bien común, la delincuencia surgirá como un ápice más del caos natural que envuelve a grupos de seres humanos que conviven en un mismo hábitat.

Fuera de la Ley

Cabe preguntarse si, en el caso de la ciudad del Golfo, la delincuencia es más bien una consecuencia del incremento demográfico (no ligado a las corrientes migratorias sino al propio aumento en la cantidad de personas, actividades y, por ende, virtudes y problemas), o bien si la modalidad delictiva ha logrado mutar para erigirse como una similar a la de otras localidades que padecen problemas más graves en este sentido.
En definitiva, como decía una conocida frase: “En el crimen todo es cuestión de forma. Las variantes de la delincuencia no son más que proteísmos de un mismo hecho: la violación de la ley”.

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