HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

Azulunala del color del cielo…

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

Estábamos entrando el otro día a Trelew y desde la avenida de los Trabajadores se podía ver perfectamente el suave ondear de la enorme bandera argentina de la plaza junto al Museo Feruglio. Era realmente hipnótico el movimiento y mi esposa me hizo notar que parecía como si se estuviera moviendo en cámara lenta. Efectivamente, la apacible ondulación de la tela parecía más impelida por una extraña fuerza contraria a las leyes de la cinética natural que por una brisa común y corriente. Y fue ese meneo letárgico que me hizo notar que el paño estaba rasgado, lo que me llevó a preguntarme cuándo se debe cambiar una bandera; porque guardado en el fondo de la memoria, en uno de esos casilleros llenos de polvo y tierra, sabía que la manipulación y gestión del pabellón nacional tiene un protocolo de lo más estricto. Pero se trataba de esos datos que uno guarda sin mucha convicción y quedan arrumbados en forma más o menos decoyunturada y cuando, en el momento menos pensado, tratamos de rescatarlos, lo único que logramos son balbuceos inconexos que lo dejan a uno muy mal parado. Usted sabe de lo que hablo, ¿no, preciado lector?
La cosa es que cuando volví a casa empecé a buscar cuáles eran las dichosas normas que aplicaban a las banderas y me encontré con algunas de ellas.
Lo que pude rescatar por ahí asegura que la bandera se iza aunque llueva. Este punto no se explaya mucho así que no sabría decir si se iza cuando llueve mucho, poco, poquito o nada. O sea, si está diluviando ¿se iza igual? Me imagino que sí y que los afortunados encargados vuelvan hechos sopa. Pero, ¿y si graniza? Será cuestión que escampe un poco, tampoco hay que ser tan estricto, muchachos.
Tampoco las reglas son muy precisas con respecto a los horarios involucrados, según ellas la bandera se iza al salir el sol y se arría al ponerse. Todo muy lindo para latitudes mesocentrales, pero cuando empezamos a descender por los paralelos se empieza a complicar, sino que lo digan los chicos de las escuelas de Madryn cuando salen a las seis de la tarde en plena noche invernal, si fuéramos tan precisos casi no le damos tiempo a danzar tranquila por los vientos patagónicos a la pobre.
Aunque lo que sí hay que tener en cuenta, más allá de los atardeceres tempranos de nuestros pagos es que nunca debe quedar izada por la noche; denotando cierto atavismo vampírico de quien haya dictado estas reglas.
Otra de las normativas señala cómo debe guardarse la bandera, entre izada e izada, ya que son muy específicos al establecer que la misma no debe tocar el piso y no se debe doblar, sino que se tiene que, muy gentilmente, ir haciéndola un bollo, siempre con el sol mirando el cielo. Procedimiento de los más intrigante porque no reviste muchos fundamentos lógicos, además considerando que creo que somos una de las pocas naciones que lo practica, de hecho encontré varias formas de doblar banderas por otras latitudes, una más estrafalaria que otra, eso sí.
Pero para tildar de estrafalario tenemos la siguiente regla, la cual establece que la bandera no se debe ni lavar ni planchar. Lo de planchar lo entiendo, no vaya a ser que sin querer la quememos, además que planchar una bandera no debe ser nada fácil, como planchar las sábanas; aunque tengo algún que otro conocido que sí lo hace, pero eso habla más de algún complejo psicológico irresoluto que de normas protocolares de los pabellones nacionales.
El caso es que estuve investigando y parece que lo de no lavar la bandera, aducido a que esta acción le quitaba los honores y las victorias, es una especie de leyenda urbana. Parece no haber nada escrito al respecto y que si la bandera se ensucia, no está mal higienizarla – me imagino que es mucho peor dejarla así, ¿no?-.
Pero, atento y constante lector, esta columna ya nos ha enseñado que en la viña del señor hay especialistas para todo, así fue que encontré por ahí al señor Alberto Perazzo, a la sazón especialista en banderas; quien justamente interrogado sobre el particular señaló que efectivamente la bandera se puede lavar, que nadie ni nada lo prohíbe y que sólo se trata de un mito que se ha mantenido en el tiempo. Eso sí, que se debería hacer con cierto tributo, que al fin de cuentas no es cualquier tela, sacándola del mástil previamente –sana y oportuna indicación- y tratando de mantener los colores. Hecho que así enunciado le está dando un pie la mar de fabuloso a nuestros perspicaces creativos de comerciales de jabón en polvo, tan agotados ellos en reportajes sorpresa a madres atribuladas.
Es que el tema de los colores no es un tema para nada menor, porque es este justamente uno de los parámetros a tener en cuenta a la hora de cambiar la bandera, ya que sólo se hará cuando no se distinga el color.
Y hablando de colores, este tema es toda una cuestión de charlas de café y polémicas diligenciales, porque así como algunos se inclinan por un celeste pálido y sutil, otros lo hacen por un azul celeste aguerrido; están los que abogan por un dorado estridente en el sol y los que defienden un amarillo más apagado y discreto. Lamentablemente, como para los gustos, todavía para esto no hay nada escrito tampoco.
Es que allá por el 2001, la Cámara de Diputados de la Nación dio media sanción al proyecto de ley sobre símbolos patrios, del diputado justicialista Lorenzo Pepe. Por la misma se establecía que el color de dos de las dos franjas horizontales de la bandera sea el azul cerúleo, precisamente el IRAM 08-01-055. Uno podría pensar que eso acabaría con todas las controversias, que tanto número junto es difícil de refutar. Pero no es así, justamente ese hecho dio inicio a mil y unas quejas, aduciendo la mayoría que ese celeste es un celeste oscuro, lo que iría en fragante impugnación sobre el espíritu certero de las palabras del propio Belgrano, que había dicho simple y claro, blanca y celeste. Tanto se dijo y se recontradijo que, como era de esperar, la ley no se promulgó y seguimos huérfanos de dictámenes colorimétricos cuando de pabellones nacionales se trata.
Así que ya sabe, querido lector, si llueve, iza, si es de noche, no, si arría no doble y si ensucia, lave, que la bandera es una sola y la llevamos en el corazón.

Nota del autor: Datos extraídos de las páginas web http://www.museonotarial.org.ar y http://www.zonamilitar.com.ar

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