MENCIONADO POR ALBERTO FERNÁNDEZ Y CRISTINA KIRCHNER, EL "PLAN GELBARD" DE 1973 SERÍA LA RECETA PARA REACTIVAR LA ECONOMÍA NACIONAL, TRAS UN ACUERDO POR LA DEUDA. EL ÚNICO DE LOS MIEMBROS DE AQUEL EQUIPO ECONÓMICO QUE CONTINÚA ACTIVO, EL ECONOMISTA CARLOS LEYBA, ARQUITECTO ECONÓMICO Y FINANCIERO DE LA MAYOR FÁBRICA DE ALUMINIO ARGENTINO, EXPLICA EN QUÉ CONSISTIÓ

Reediciones necesarias

Mencionado por Alberto Fernández y Cristina Kirchner, el «Plan Gelbard» de 1973 se presenta como la receta que seguiría a un acuerdo por la deuda. El único de los miembros de aquel equipo económico que continúa activo, el economista Carlos Leyba, arquitecto económico y financiero además de la mayor fábrica de aluminio argentino, explica en qué consistió. A través de una entrevista realizada por el diario Perfil, el experto detalla su visión a la luz de la historia y la experiencia.

P: —Desde que Cristina Kirchner, en su libro “Sinceramente”, elogió el pacto social de 1973, se presume que una vez concluida la renegociación de la deuda externa se lanzará un plan económico que incluya el Consejo Económico y Social con alguna reminiscencia de aquel que usted implementó junto al ministro Gelbard. En el contexto actual, ¿qué aconsejaría hacer al presidente Fernández?
CL: —Lo esencial es el espíritu de consenso que supone considerar a los demás como parte de una sola realidad: la Nación. La primera dificultad es un enfrentamiento que no nos permite reconocernos como parte de la misma entidad. Esto no es nuevo, pero ha habido momentos en los que los líderes tuvieron el reconocimiento pleno de esas diferencias y, pese a todo, se pudo construir una unidad. El pacto social, el “pacto de Gelbard”, comienza a gestarse en 1971 con La Hora del Pueblo, una convocatoria de Ricardo Balbín. Su origen estuvo en otra fuente partidaria. Un punto básico estuvo en la decisión de terminar con la proscripción del peronismo y su posibilidad de participar de un proceso electoral. Los 18 años de proscripción demostraron que la democracia no terminaba de arrancar nunca. Se vivía continuamente en una secuencia de elecciones-golpe-elecciones-golpe. Fue un gesto de Balbín, abrazado por Juan Perón. A eso se sumó mucha gente que había estado enfrentada largamente, entre ellos los miembros de la Democracia Cristiana, partido al que pertenezco originalmente. Un grupo formado, por ejemplo, por comandos revolucionarios del 55: gente que tenía un enfrentamiento histórico con el gobierno peronista. Unos y otros comprendieron que ese camino de disputas menores, ese no reconocimiento del todo, no permitía pensar en largo plazo. Se tuvo conciencia de la importancia de la política y la democracia: un sistema abierto donde todos deben participar y el que gana, gobernar. Como dijo Balbín, en ese contexto, “el que pierde ayuda”. En ese momento, hubo algo que luego se perdió, que es el espíritu del movimiento obrero en la Argentina: la CGT de José Ignacio Rucci: un agrupamiento sindical en el que los dirigentes no solo pensaban en la convención colectiva de su sector, sino que tenían ideas nacionales. (…)

—Usted dijo que a Hugo Moyano le da lo mismo transportar en sus camiones una heladera fabricada en Argentina o una importada pero no a Antonio Caló (Metalúrgicos). José Ignacio Rucci tenía en cuenta el conjunto de la economía y de los trabajadores, no solo a su propio sindicato.
CL: —Absolutamente. Era algo compartido por la mayor parte de los dirigentes sindicales, los sindicatos más pequeños. Por ejemplo, Hugo Barrionuevo, que terminó siendo ministro de Trabajo de Raúl Alfonsín, pertenecía a la comisión directiva de Rucci y tenía la misma visión del mundo, era de un gremio pequeño. Era un hombre encantador, preocupado por las ideas del país. Los cursos de la CGT de entonces eran de Javier Villanueva, Aldo Ferrer. En la calle Azopardo había cursos de formación política.

—Usted suele hablar del modelo de John Forbes Nash, una teoría sobre los equilibrios en la que la colaboración resulta superior a la competencia. Pero como usted mismo marca, los que participan del juego deben ser representativos. Hoy tenemos trabajo en negro no representado, personas asistidas socialmente sin trabajo con representación atomizada, partidos políticos menos representativos de la sociedad, pymes sin un aglutinante como la Confederación General Económica. ¿El problema actual sería la falta de representación?
CL: —El punto que usted marca es absolutamente compartido y verdadero. Es un problema adicional para lograr un consenso porque la homogeneidad de la representación es un elemento esencial. Esto obliga a que sean mucho más los partícipes para poder tener una masa crítica del pensamiento global, algo que exige más trabajo político. El político profesional es un conversador, alguien que acorta distancias. La política debe ser rejerarquizada. El consenso tiene que ver con la concertación. Además, hay un segundo punto: la democracia verdadera exige participación. En Argentina hay un muy bajo nivel de participación, aun entre quienes pueden definirse como más calificados o interesados en participar. No hay un involucramiento colectivo.

La falta de representación –como la grieta– es un problema mundial vinculado a la fragmentación social y la crisis de autoridad.
CL: —Es cierto. Me niego a asumir las condiciones de los demás como propias, porque nosotros tenemos una cierta individualidad, ciertas particularidades. No creo que exista ningún país en las condiciones de la Argentina, con 45 años de continua decadencia. Eso no existe en otras partes. (…)

¿La grieta se origina en la falta de “un proyecto subjetivo en común”, citando a José Ortega y Gasset?
CL: —Nunca fui peronista, no lo soy, y no creo que pueda serlo. Pero Perón, en el 72, afirmó que “argentinos son todos”. Todos. Parte de la descripción: “Hay conservadores, demócratas cristianos, comunistas, sindicalistas sociales”, pero habla de todos. ¿Qué quiso decir? Se había propuesto llegar al Estado de bienestar, algo que buscaban otros líderes: el Estado marcando un proyecto colectivo, un proyecto que siguió a la crisis del 30, a las guerras mundiales y que fue compartido por muchos. Ciertamente lo era. (…)

Usted dijo que la gestión de Néstor Kirchner no implicó un crecimiento sino una recuperación.
CL: —Absolutamente. No hay nada nuevo. Volvió todo. No hubo crecimiento, sino un volver a ser lo que éramos. Nos recuperamos y salimos del agua. Respiramos y volvimos a caer. Es imposible imaginar qué hubiera pasado, porque Argentina desaprovechó esa oportunidad sin precedentes. Algo que no habíamos tenido nunca. Cuando digo nunca, es nunca. Hubo superávit fiscal, superávit financiero, pero se mantuvo la tasa de pobreza.

Uno de los síntomas fue que volvió la inflación. Cuando usted llevó adelante junto con Gelbard aquel plan, partieron de una inflación del 80%. Hoy es del 50%. Aquel plan incluía un congelamiento de precios, un aumento de salarios de suma fija y dos años sin paritarias. ¿Sería una receta aplicable hoy?
CL: —Es la receta necesaria. Lo que justamente Roberto administraba era un problema de manejo de precios. Eso lo dice el Fondo Monetario Internacional, muy elogioso respecto del plan. En rigor, lo que nosotros teníamos no era un congelamiento. Era, como dije, un manejo de los precios.

Usted dijo que “nunca más se hable de porcentaje de aumento salarial, hay que hablar de una suma fija, porque son muchos los que están abajo y pocos los que están arriba, y no se puede hacer una negociación salarial sin reconocer que hay una parte de la clase obrera que es una oligarquía”. ¿Los aumentos salariales deben ser siempre de suma fija?
CL: —Siempre no. Pero sí en la condición actual. Hoy por hoy, la dispersión salarial es absolutamente anárquica.

¿El rol del Estado es asegurar un piso?
CL: -Concretamente, es lo que se hizo con las jubilaciones. Tomar el valor más bajo y subirlo hasta un cierto nivel. Es una idea que tiende a achatar la pirámide. En el caso específico de las jubilaciones, es muy fuerte, porque el piso es muy bajo. Cuando asumimos, veníamos de la época de Krieger, en la que había habido muchos sindicatos que habían mejorado su situación laboral por su capacidad de controversia, la posibilidad de parar.

Un poder que tienen los Camioneros hoy
CL: —Camioneros, petroleros, hay muchos sectores que están con salarios muy buenos, pero que tiene que ver con la consolidación de un esquema de poder.

¿Con su capacidad de producir daño?
CL: —Exactamente. Eso hay que repararlo, porque es necesario que el conjunto de los trabajadores tenga un nivel de vida mínimo. No puede ser que la indexación inevitable nos lleve a una inflación incontenible, hay que parar los precios. (…)

¿Es imprescindible que participen también los partidos políticos y no solamente los actores económicos para que haya un acuerdo económico y social?
CL: —Sí, porque lo que necesita la Argentina es dar señales de largo plazo. Eso es lo que mira un inversor. No puede apostar a la perdurabilidad inevitable de un gobierno que tiene un porcentaje de votos y tiene enfrente a alguien que está en contra y que piensa hacer lo contrario

Usted escribió un texto titulado “Hegemonía o acuerdo” en el que señalaba el peligro de que el Frente de Todos cometa el error de ir nuevamente por todo y se equivoque. Fernández ya sumó a Marcos Lavagna al Indec y a Ricardo Alfonsín para la embajada de España. ¿Está construyendo una economía con consensos?
CL: —En lo específico, digamos que cuando Alberto convocó a la mesa de la lucha contra el hambre escribí que me parecía pésimo que no hubiera dirigentes políticos de la oposición, porque el hambre es un problema colectivo, no solo de Marcelo Tinelli ni de las Madres de Plaza de Mayo: la oposición política debía estar sentada allí. Por lo menos, gente como Carolina Stanley, que había trabajado en ese tema. Eso es un déficit. Tomar un político de cada partido no implica una política de concertación. Puede ser tanto el reconocimiento de sus méritos como una forma de cooptación.

Si se coopta con espíritu hegemónico no se está yendo en el camino del consenso. ¿Se va en un sentido u otro?
CL:—Es una pregunta que se puede contestar de dos maneras. Sé, porque conozco a algunas de las personas que están involucradas en este baile, que hay gente que realmente quiere un consenso. No sé cuál es su peso en la gestión, pero están. La segunda manera de contestar es que no conozco a Fernández, pero sí a Cristina: y tengo testeado que eso no está en Cristina ni remotamente.

¿Por qué cree que citó el plan de José Gelbard?
CL: —De la misma manera que una persona que hace un buen marketing, buscó por primera vez, después de tantos años, el inventario de las cosas hechas por el peronismo. Pese a mi proximidad, puedo decir que ese plan no fue creación de José Gelbard ni de Orlando D’Adamo. Fueron Perón y Balbín. (…)

Fuente: Perfil. Entrevista completa https://www.perfil.com/noticias/periodismopuro/no-se-si-kicillof-guzman-y-kulfas-son-realmente-peronistas.phtml

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