HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

Si es con chocolate, mejor

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

El cerebro humano es una de las cosas más cretinas que ha creado la naturaleza (o quién sea, no me voy a poner justo ahora, justo hoy y justo acá a polemizar sobre la evolución y el creacionismo). Si no, ¿cómo se puede explicar que uno siempre quiera lo que no tiene? A ver, uno se levanta a media noche, abre la heladera y busca, pero nunca está deseoso de medio huevo duro, o de un par de tomates, mucho menos de las berenjenas al escabeche. Tampoco lo satisface ni el dulce de leche mal tapado, ni las papas fritas de la noche anterior ni mucho menos es tupper medio escondido que vaya uno a saber qué cornos contiene, bien podría ser el puré de manzanas que sobró en Navidad o un riñón de un trasplante mal habido.
No, uno abre la heladera buscando helado de frutilla, jugo de maracuyá o una torta selva negra. Y, obviamente, no hay.
Siempre queremos lo que no tenemos, es así, así nos construyeron y así nos enterrarán.
Y por ese defecto de fábrica el otro día me encontró pasada la una de la mañana deambulando por los kioskos de Madryn en procura de un chocolate. Y usted, querido y fiel lector, se preguntará qué tiene de extraño o de carente buscar un chocolate, más allá de esa hora tan poco propicia. Y yo le responderé que en Madryn ya no quedan chocolates, bah, quedan, pero pocos y derretidos. El calor ha hecho estragos en la existencia de este manjar en forma de barrita, barra o tableta y ha logrado que los comerciantes, tan cuidadosos ellos de sus cuentas y finanzas, no compren más porque se los terminaban tragando ellos en forma de guiso. Es así, o tenés todos los chocolates en la heladera o nones, a esperar el invierno, mucho más apto para la conservación en estado apto consumo humano de este añorado producto.
Demás está decir que finalmente di con un comercio suficientemente refrigerado y con varias marcas para elegir. Bueno, en ese momento quise comer sandía, pero ese es otro tema.
La cosa es que tanto buscar chocolates me puse a pensar todas las maravillas que le adjudican a este derivado del cacao. Dicen, por ejemplo, que mejora el rendimiento atlético. Como siempre, existen unos científicos que no tienen otra cosa que investigar y se ponen a estudiar estas cosas, que aseguran que comer chocolate aumenta los niveles de energía y hasta tendría el mismo efecto que una sesión de ejercicios físicos. Al parecer el chocolate, especialmente el más amargo y oscuro –el que me gusta a mí, por si alguna vez se le ocurre, amable lector, regalarme uno- tiene en su composición un alto porcentaje de epicatequina, que es un compuesto que puede estimular el crecimiento muscular. O sea, si algún día me ver lastrando tremenda barra de chocolate, ya sabe, estoy haciendo ejercicio para cuidar estos hermosos abdominales que tengo cuidadosamente escondidos bajo una gran y protectora capa de grasa.
También afirman que el chocolate es afrodisíaco, bah, lo dicen siempre con cierta cara de lascivia algunos energúmenos mientras andan ofreciendo chocolates a troche y moche en cuanta fiesta se presenten. Lamento informarles a estos aprendices de sátiros de medio pelo que otro estudio, cuándo no, concluyó no tiene nada que ver con la excitación o la satisfacción sexual. El asunto es otro de los aditamentos que tiene el chocolate, en este caso la feniletilamina, que, aseguran estos tipos, eleva los niveles de serotonina y endorfinas en el cerebro. El problema es que no explican qué pasa cuando se eleva los niveles de serotonina y endorfinas en el cerebro, será que eso es un orgasmo en potencia, ni idea.
Aunque los especialistas consienten en reconocer que el chocolate contiene muchos componentes que potencialmente pueden mejorar el estado de ánimo, aunque se apuran a aclarar que el efecto químico de cada uno de ellos es pequeño. Por ejemplo, el cacao tiene feniletilamina, que es un compuesto que al parecer nos hace sentir enamorados, pero que su porcentaje es muy bajo. En otras palabras, habría que comerse la película entera de Willie Wonka como para pedir en matrimonio a la hija del almacenero de enfrente.
Hay algunos desaforados que hasta aseveran, sin que se les caiga la cara, que el chocolate previene la caries. Que gracias a que contiene calcio y fosfato podría prevenir las caries en lugar de provocarlas. Son pocos los que le creen, entre ellos quiosqueros y fabricantes de productos lácteos a base de cacao.
Ni siquiera los aztecas se libran de verse envueltos en tamaña campaña, ya que el mismo emperador Moctezuma II consideraba al chocolate como un viagra de su época, y bebía más de cincuenta tazas al día antes de elegir entre sus setecientas esposas y amantes. Después se la pasaba tres horas en el baño, pero eso no lo atestigua ninguno de sus cautos biógrafos.
Pero más allá de químicos e historiadores, querido lector, podemos asegurar que el chocolate es una de las cosas más ricas que nos ha dado la civilización y que cuando inventen el chocolate refrigerado vamos a terminar, seguramente, todos rodando y más felices que nunca.

Nota del autor: Datos extraídos de la página web http://elcomercio.pe/gastronomia

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