LA CRISIS GLOBAL PONE EN JAQUE LAS RECETAS FINANCIERAS MUNDIALES Y DEJA EN EVIDENCIA EL PODER RELATIVO DE LOS LÍDERES POLÍTICOS. LOS BANCO CENTRALES Y EL AUMENTO DE LAS ASIMETRÍAS EN EL MARCO DE LA PANDEMIA. LO QUE VERDADERAMENTE HAY DETRÁS DE LOS ´TRAPOS´ LAVADOS PUERTAS ADENTRO DEL G7 Y DEL G20

Reyes desnudos

Una estatua obra del grupo de artistas Indecline, colocó no hace mucho una figura de Donald Trump en medio de una concurrida plaza para protestar por las actitudes y declaraciones del candidato presidencial. El «doble» desnudo y sin testículos de Trump, estuvo apenas dos horas en la calle antes de ser retirado. Pero fue suficiente para generar una síntesis completa de lo que gran parte de la ciudadanía pensaba sobre su postura intransigente. El arte pareció premonitorio de algo que sucedería con evidencia ante la crisis sanitaria y económica más grande de los últimos tiempos a nivel mundial: los gobiernos aparecerían desvestidos de políticas contenedoras concretas ante sus pueblos, a pesar de sus poses.
Es que los mandatarios de los países más influyentes del mundo prometieron limitar los daños económicos del coronavirus, pero parecen reacios o incapaces a implementar medidas que puedan hacerlo.
Afirma el columnista especializado Peter Goodman que “La gente que controla el dinero tenía la esperanza de que ocurriera algo mucho más sustancioso. La noticia de que los países más ricos del mundo estaban intentando convocar una respuesta en contra del brote del coronavirus había resonado en todas las economías como el zumbido de los helicópteros cuando llevan ayuda a una zona de desastre.
Sin embargo, la ayuda fue decepcionante. Cuando terminó la reunión improvisada de los líderes del G7 y concluyeron con tan solo una vaga declaración de solidaridad en lugar de comprometerse a realizar acciones concretas —no hicieron promesas para reducir las tasas de interés o de hacer un gasto gubernamental coordinado—, revelaron una verdad incómoda que motiva los temores sobre el virus: los encargados de implementar políticas públicas, que tienen la tarea de limitar el daño económico del brote, parecieran estar trabajando con el supuesto de que casi no les quedan estrategias”. Lo mismo sucedió con la reunión del G20 y el pendiente “Fondo de Emergencia Humanitaria” solicitado por Argentina y otros países.

La gran bicicleta

“En Washington, después de la declaración del grupo de los 7, la Reserva Federal estadounidense anunció de manera sorpresiva que iba a bajar medio punto porcentual las tasas de interés a corto plazo, un placer momentáneo para los mercados bursátiles. Pero los inversionistas retomaron pronto la venta cuando se dieron cuenta de que el dinero barato es un recurso limitado para combatir la crisis. Los términos más flexibles para pedir préstamos no reiniciarán la producción en las fábricas que les piden a sus trabajadores quedarse en casa para evitar el contagio o la propagación de la enfermedad. Según los economistas, los gobiernos tienen herramientas que podrían limitar los costos, pero han sido reacios a usarlas. Podrían darles dinero en efectivo a los empleados cuyos lugares de trabajo están cerrados, otorgar créditos a las pequeñas empresas y ofrecer paquetes de rescate a las industrias más afectadas, como las aerolíneas y otras empresas relacionadas con el turismo. Sin embargo, su poca disposición para poner en marcha estas estrategias parece reflejar una aversión política generalizada a aumentar la deuda pública”.

Sobran malos ejemplos

“En Estados Unidos, hace dos años, el gobierno de Donald Trump presentó un paquete de reducciones fiscales por 1,5 billones de dólares —sus beneficios iban dirigidos de manera abrumadora a las familias y corporaciones más ricas— y luego comenzó a advertir la necesidad de reducir déficits presupuestarios y cancelar programas que ofrecen atención médica y vivienda a la gente pobre.
En Europa, donde el coronavirus ha renovado las preocupaciones sobre una recesión, la cantidad de deuda que pueden acumular las diecinueve naciones que comparten el euro está restringida.
La crisis ha expuesto el último destello de una verdad consabida en las economías más grandes del mundo: el dinero público con frecuencia se puede usar para recortes fiscales, pero luego desaparece entre una neblina de advertencias sobre los peligros de los déficits mientras se discute el gasto para casi cualquier otra cosa. ´Si no gastas dinero en la gente que no es culpable de no estar trabajando porque hay una clara restricción de salud pública que beneficia a los trabajadores cuando se quedan en casa para que no se propague el virus, entonces en comparación todo lo demás es un desperdicio total´, opinó Adam S. Posen, un exmiembro del comité que fija las tasas en el Banco de Inglaterra y actual presidente del Instituto Peterson de Economía Internacional en Washington.
´Creemos que siempre estamos gastando de más, pero al final de cuentas solo lo hacemos en asuntos relacionados con los negocios y los grupos de interés con enormes privilegios. Nunca gastamos lo suficiente en el trabajador promedio´”, agregó.

Receta archivada

A pesar del aura mística que parece rodear a sus proyectos, los bancos centrales no tienen ningún poder mágico para tomar un atajo en esta peligrosa situación. “Tradicionalmente, los bancos hacen uso de una herramienta potente: su influencia en las tasas de interés a corto plazo. Cuando las economías tienen problemas y los trabajadores se ven amenazados con quedar cesantes, los bancos centrales fomentan tasas de interés más bajas, lo cual produce un crédito más barato y alienta a los negocios y a la gente a pedir préstamos, a gastar y a invertir. Esta es una estrategia demostrada cuando está en problemas el llamado ´lado de la demanda´ de la economía. Sin embargo, cuando el problema ataca el lado del suministro —es decir, cuando los negocios tienen dificultades para producir sus bienes porque no pueden conseguir materias primas, no pueden llevar sus productos al mercado o encuentran algún otro impedimento—, la reducción de las tasas de interés suele ser inútil. Es como entregarles cupones a los compradores y enviarlos a una tienda cerrada”.

Paradoja actual

“El episodio del coronavirus, visto como un evento económico, presenta una combinación inusual: daña al mismo tiempo tanto al suministro como a la demanda. Limita la producción industrial y genera caos en la cadena de suministro mientras reduce el gasto del consumidor, pues un viaje al centro comercial o un vuelo en avión se sienten como actividades imprudentes.
Al mismo tiempo, los bancos centrales están operando con opciones limitadas debido a que aún están posicionados para luchar en contra de la última gran amenaza: la crisis financiera mundial de 2008. Desde Norteamérica hasta Europa y Asia, los bancos centrales bajaron las tasas de interés a cero e incluso menos en un intento por estimular el comercio.
La Reserva Federal de Estados Unidos no parece haber actuado por un sueño mal encausado de que las tasas bajas de interés son un antídoto para el contagio económico, sino con la esperanza de alterar la psicología a su alrededor. La reducción de las tasas envía el mensaje de que los adultos están preocupados y nos cuidan. Sin embargo, la psicología tiene impactos distintos. Hay quienes consideran que la medida tomada por la Reserva Federal estadounidense —su primera reducción a las tasas desde la crisis financiera— es una señal de que el problema es peor de lo que se temía”.
Este relato de Goodman, como en aquel histórico cuento que hizo famoso al danés Hans Christian Andersen en 1837 titulado «El traje nuevo del emperador», expone junto a los de otros principales analistas del mundo, la invisibilidad de medidas que esta vez les jugó una mala pasada a los poderosos mundiales en conjunto, dejándolos tan expuestos como ´deux´ los trajo al mundo.

Fuente: *Peter S. Goodman es corresponsal de economía europea con sede en Londres para el NYTimes

ÚLTIMAS NOTICIAS