HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

Errare humanum est

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

Hay días, y más en estos tan copiados uno a otro en plena cuarentena, no me diga que no, estimado lector, que hubiera sido mejor no levantarse de la cama. Son esos días que al intentar agarrar el cepillo de dientes, se nos resbala de la mano y, después de rebotar tres o cuatro veces, termina zambulléndose en un final y suicida salto hacia el inodoro. O cuando, apenas ponemos a andar la cafetera, se acaba el agua, o no hay una taza limpia en el armario y se acabaron las galletitas, y hoy justo no nos toca salir por la terminación de dni…
Esos días no deberían figurar en el almanaque y uno comienza a adquirir creencias paganas empezándole a rezar a cuanta figurita le pongan enfrente.
Es que nadie está exento de sufrir de estos avatares del destino, que parecen confabularse para darse todos juntos y consecutivos. En esas ocasiones nos quedan pocas alternativas, o la apechugamos como podamos, hacemos de tripa corazón y con la mejor cara de poker seguimos recorriendo nuestro martirio hasta que volvamos a poder refugiarnos entre las salvadoras sábanas nocturnas o pensamos que siempre, pero siempre, hay alguien que la embarró más que nosotros.
Cuando esté limpiando el estropicio que hizo la taza de café que por fin había podido hacer en la taza sucia de la merienda de ayer, piense que en 1879, en Estados Unidos, había comenzado una verdadera moda suicida, la adicción a la morfina, para atacarla decidieron introducir al país un contraflagelo, no les salió muy bien a vistas de estos últimos ciento y pico de años, lo que trajeron fue la cocaína. Menos magnicidas, pero no menos atolondrados, fueron los agricultores hawaianos, que frente a una descontrolada población de ratas que amenazaba invadir cada rincón de las islas decidieron importar una buena cantidad de marmotas, famosas por su voracidad. Pero, al parecer, se les pasó un pequeño detalle, las marmotas son animales diurnos y las ratas, nocturnas. Hoy, las marmotas son consideradas en Hawaii como una plaga, casi tanto como las ratas.
O como el caso del bueno de John Coffee, que en 1853 construyó la cárcel en Dundalk, en Irlanda. Seguramente las intenciones eran otras para Coffee, que por algunos problemitas financieros en dicho proyecto quedó en bancarrota y se convirtió en el primer preso de su propia cárcel. Eso es levantarse con el pié izquierdo, no me jorobe.
Pero si eso no le alcanza, sufrido lector, rememore a los periodistas de la revista “Time” que en 1938 pusieron en tapa como el “Hombre del Año” a un destacado político alemán, Adolf Hitler.
De todas formas, existen trastadas que conllevan algo de justicia divina, como la de los ejecutivos de una productora de cine que alguna vez rechazaron a Ronald Reagan para el protagónico de la película “The best man” porque, según ellos, “no tenía apariencia de presidente”. Razón no les faltaba…
También en “esos días” debemos hacer uso de un sapiente silencio, estemos seguros que si hablamos nos vamos a arrepentir por largo tiempo, como le debe haber sucedido al director de IBM, Thomas Watson, cuando en 1943 aseguró, muy suelto de cuerpo, «yo creo que hay un mercado mundial para, quizás, cinco computadoras». ¿Y qué me dicen de las autoridades de la productora discográfica Decca Recording Company, que en 1962 no aceptaron darles un espacio en su compañía a los Beatles porque dijeron que “no nos gusta como suenan, y la música de la guitarra esta pasando de moda”, eso sí que es una excelente lectura de los tiempos?
Otro que debería haberse tomado un respiro antes de hablar fue Bill Gates en 1981, que afirmó que “640 Kb -de memoria- deben ser suficientes para cualquiera”, hoy el último Windows necesita un container de esas plaquitas.
Es que la historia de la humanidad está hecha más que de proezas, de errores; al punto que la sabiduría bien podría ser definida como aquella capacidad de aprender de ellos y sacar provecho hasta de las caídas, como le pasó al gran emperador de Abisinia.
En 1890, Menelik II ocupaba tan magno cargo en aquellas tierras, hoy parte de Etiopía. En agosto de ese año, en Estados Unidos, se realizó la tristemente célebre primera ejecución a través de la silla eléctrica. Hecho que al Emperador le llamó poderosamente la atención y que intuyó como uno de los avances más importantes en la relación de la ciencia con el control de la delincuencia. Entonces, ni lerdo ni perezoso, encargó tres de esos aparatejos para importar en el primer barco que llegara de las Américas. Hubo un solo inconveniente, al atracar el buque y descargar tan preciado tesoro descubrió que, para funcionar, las sillas “eléctricas”, necesitaban exactamente “electricidad”, adelanto que su reino aún no había adquirido. Y justamente aquí fue que el sabio -aunque un tanto sanguinario y dueño de un mal gusto casi proverbial- emperador dio muestras de su inspiración, en vez de caer en depresión o devolver los tres inútiles adminículos, le encontró una salomónica solución. Uso una de ellas como su propio trono imperial.
O sea, fiel lector, si se le cruzan los astros y no hay cosa que le salga bien, busquemos de ver el vaso medio lleno, que los tropezones no son caída y veinticuatro horas pasan rápido, casi en un día.

Nota del autor: Información recogida de la página http://www.chistesbromasytonteras.cl

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