Por Alejandro Lodes

“¿De dónde saliste? Apenas pude verte antes de que te conviertas en parte del terreno!”- Hans grita bruscamente. Él siempre se encuentra en estado de alerta, pero cuando estaba apuntando a las entrañas del robot, no pudo ver que una niña se había acercado curiosamente como si quisiera un contacto amigable con una máquina de 4 toneladas y armas letales.
Yumico dudó por unos instantes, quedando congelada a mitad de camino, hasta que él tomó decisión al quitarla del medio fuertemente del brazo.
“Suélteme!”- Ella grita, riéndose como si fuera una broma. A pesar de conocer las calles nunca había tenido la oportunidad de tener tan cerca a una de esas máquinas inmensas, perfectamente creadas y pensantes…

“Solo quiero saber que quieren decirnos!” – Yumico exclamó.
“¿Pero de qué mundo vienes, a caso nunca viste tratar a los nuestros como pedazos de roca? No les importamos!”- dijo Hans elevando su voz y haciendo gestos obscenos con sus manos hacia el robot que se retiraba aplastando gente a la distancia. Ese hombre, sin que ella lo supiera, había salvado su vida.

Yumico se divierte con la explicación del gracioso tipo de traje, pero se siente atraída por su aire de superioridad y de protección. Ella siente una especie de bendición en ese momento, y descubre una buena excusa para conocer a su recién aparecido héroe. Luego de alejarse de la zona, lo empieza a mirar detenidamente y ve como su rostro comienza a relajarse. Entonces decide hacerle un chiste para alegrar el momento.

“Mire señor, soy un detective como usted!” – Dice quitándole ágilmente el sombrero.
“No soy un detective niña, pero gracias por el cumplido” – Con una pequeña sonrisa le responde.
“Justo cuando te encontré estaba intentando llamar la atención de esa máquina. A eso me dedico… Atraer las cosas malas y quitarlas del camino para que no afecten a otros” – añadió Hans.
“¿Y por qué no lo hizo?”.
“No podía ponerte en peligro, además algo hizo un destello cuando te vi a través de la mira telescópica y perdí el momento justo del disparo, creí que habrían sido tus aros, pero veo que no llevas ninguno puesto”.

Ambos continúan caminando. Una relación estaría comenzando entre ellos.

“Que gracioso que comentes eso. De donde soy lo llamamos Luz del Aijou, y significa que esas dos personas están destinadas a estar juntas”- Ella respondió sonrojándose.
“Pero que cosas dices niña, no sé de qué hablas pero seguro ha de haber sido polvo”.
“Ohh el polvo seguro, jijii, por cierto mi nombre es Yumico señor Hans Kinski”.
“¿Me conoces de algún lado?”.
“No, su placa me lo dijo amablemente”.

Y mientras ambos ríen, Hans se frena frente a un alto edificio y dice “Ven, necesitamos llegar allí arriba… Hay algo que debo mostrarte”.
Yumico se ajusta la amplia mochila. Y ambos ingresan al viejo edificio.
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